Hoy, ante el pleno del Congreso de los Diputados, el presidente
Zapatero pedirá un esfuerzo nacional para salir de la crisis, y planteará las líneas de actuación inmediata para reducir los gastos públicos, frenar el déficit y crear empleo.
Hoy podría ser un día para decir la verdad, toda la verdad, para arrepentirse lo que lo que se hizo mal, y para convencer a la ciudadanía de que la grave situación que vivimos puede tener una salida digna si todos remamos en la misma dirección, si todos somos capaces de concedernos mutuamente “un estatuto de buena fe” en que los intereses de la sociedad (y especialmente los de los más débiles) estén por encima de las estrategias partidistas y electorales.
Winston Churchill, que tenía una gran autoridad moral, aunque cometió errores de bulto, pidió a los británicos “sudor y lágrimas” para salir adelante, y la mayoría de sus compatriotas respetó esa solicitud de sacrificio y colaboró a sacar al Reino Unido de un período de empobrecimiento y de pesimismo. Zapatero no es Churchill, pero está obligado a pedir, honestamente, un esfuerzo, que debe comenzar por el propio Gobierno, que no es precisamente un ejemplo de austeridad, como no lo son los de autonomías o municipios en que, aún en tiempos de vacas flacas, se gasta más de lo que se ingresa, mientras la deuda de las cuentas públicas asciende como una marea negra y agotadora.
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Mucho nos tememos (y bien que lo lamentaríamos) que lo que hoy ocurra en el Congreso de los Diputados sea lo previsible, lo que suele suceder en las escasas ocasiones en que el presidente del Gobierno, señor Zapatero, y el líder de la primera fuerza de la oposición, señor
Rajoy, se ven las caras, y ni si quiera son capaces de comparecer juntos ante los medios de comunicación.
Porque la crisis es económica y social, evidentemente. Y es global, aunque en su versión española tenga unas características que la agravan… Pero también hay una crisis de confianza en la clase política, en el Gobierno y en la oposición, en el PSOE y en el PP, en Izquierda Unida y en los nacionalismos. Una desconfianza y un recelo que ellos mismos, los políticos, han sembrado, transmitiendo la impresión de que “van a lo suyo” por encima de los interese generales de los españoles.
Pero, en fin, encendamos una vela a la esperanza, aunque a algunos les parezca una ingenuidad, en nombre y en honor a lo mejor del ser humano, que es su capacidad para rectificar y para ponerse de acuerdo en los tiempos del naufragio.
También queremos matizar que “pedir sacrificio” es, para muchos españoles, un sarcasmo: ya lo están haciendo, y a la fuerza, entre otros casi cinco millones de parados.
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