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La pesadilla

La pesadilla

jueves 13 de mayo de 2010, 13:36h
   Ni en sus peores sueños, el presidente del Gobierno pudo imaginar jamás la situación que tuvo que vivir y protagonizar el miércoles en el Congreso. Si Zapatero logró cautivar a los españoles, y es obvio que lo hizo, entre otras cosas, fue por su discurso. Un discurso de bonomia, de derechos y en el que los más débiles eran el hilo argumental. El relato que explicaba y justificaba sus decisiones políticas, su gran, pero sólo pretendida, diferencia con el PP. Este, su discurso, le ha valido para todo y en todos los lugares. Daba igual que fuera Rodiezmo que la tribuna del Congreso. Lo ha pronunciado con enorme convicción y con la pasión suficiente y necesaria para que resultara, además de creíble, seductor.

   Lo ocurrido ha tenido que ser, pues, una auténtica pesadilla. Basta verle. Ojeroso, abatido y, lo que es peor, sintiendo en su nuca el frío de la soledad, puesto que ningún grupo tuvo resquicio para la más mínima caricia e, incluso, en su propio grupo se palpaba la desazón y la sorpresa. Un mal sueño. Realmente era difícil esperar otra cosa cuando todos esos grupos, cada cual desde su posición, venían invitando al Presidente a tomar medidas, que consultando el diario de sesiones se puede comprobar que no todas eran descabelladas y sí muchas de ellas muy necesarias, como indica ahora la cruda realidad.

   Zapatero ha manejado durante demasiado tiempo y de manera un tanto temeraria muchos mantras, se han acuñado muchas frases hechas y se han lanzado comparaciones gratuitas y en más de una ocasión absolutamente injustas. La lista de "damnificados" y de epítetos sería muy larga.

   Pero estamos donde estamos. Siempre he pensado que la melancolía no conduce a nada, que pensar que las cosas se hubieran podido hacer antes y mejor no sólo es legitimo sino acertado y eso ahí queda, en la memoria y en el sentir de los ciudadanos, que cuando acudan a las urnas harán la evaluación de los acontecimientos probablemente con más inteligencia que la del economista más prestigioso. Ahora hemos llegado al "después". Al "después" de creer _quienes lo hayan creído_ que dos y dos son seis; al "después" de creernos blindados ante alguno de los males que aquejan a otros. Este "después" no ha acabado, porque no han acabado las medidas a adoptar y, aunque cueste creerlo, el bisturí aún puede hacer cortes más profundos que los anunciados. En este punto señalar la sorpresa de que en medio de semejantes recortes a las comunidades autónomas se les atribuya un ahorro de 1.200 millones. La cifra es de risa, pero tiene una explicación y no es otra que será precisamente de las autonomías, es decir CiU y PNV, los bastones con los que el PSOE espera poder contar para sacar adelante los Presupuestos de 2011.

   Los votos han llevado a Zapatero a Moncloa y siendo verdad que esta crisis es de todos, que a todos afecta y que todos, de una manera u otra, estamos en el mismo barco, es al presidente al que le toca gestionar la desazón, de la misma manera que le tocó gestionar la bonanza. Visto lo visto, no estaría de más un pequeño gesto de humildad, una gota de autocrítica y un llamamiento sincero al primer partido de la oposición, cuyas sugerencias y propuestas, a la vista de los acontecimientos, no eran descabelladas. Nuestro presidente no ha escuchado a nadie, salvo a aquellos que han dado un puñetazo en la mesa, como la señora Merkel.

   Zapatero, si quiere, aún está a tiempo. El mismo ha dicho que política es tener cintura y soy de las que creo que la tiene. Siempre podrá decir que él ha sido el muro de contención y que ha hecho lo que ha hecho cuando ya no había más remedio, para añadir que con el PP todo hubiera sido peor. España no está para mantras, porque la magia se ha agotado. El "después" ha llegado y llega para quedarse por mucho tiempo.


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