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La niebla del fascismo sigue latente

La niebla del fascismo sigue latente

lunes 17 de mayo de 2010, 23:13h

   El franquismo sigue latente y de vez en cuando rebrota. La voz de los muertos sigue y seguirá sin guardar silencio mientras los vivos no agitemos sus inopias. Y es que el mal, cuando camina lento pero seguro, gana en volumen y eficacia. Así de cegada, impávida y escalonada es la ofensiva que Falange, Manos Limpias, el PP y abogados de inculpados en el caso Gürtel mantienen contra el juez Garzón. Una ofensiva de colmillos afilados, una contienda tan feroz como grotesca, la querella de todas las querellas, que tristemente ha culminado el Poder Judicial con la suspensión cautelar de Garzón. Nadie es buen juez en causa propia, pero el juez Varela -contra la opinión del ministerio fiscal e  impulsado por una sombría acusación particular, a la que incluso ha asesorado, solicitando que subsane el contenido de su acusación- se ha convertido en juez y parte.

   La defenestración del juez Garzón, por investigar los atroces crímenes de la dictadura franquista, supone una inconcebible injusticia, un flaco favor a la democracia española y una lamentable y vergonzosa excepción en la Europa democrática del siglo XXI, que ha llegado incluso a turbar el entendimiento de los más eminentes juristas, intelectuales, humanistas, filósofos, escritores, artistas y políticos, tanto nacionales como internacionales. Y dejémonos de añagazas, pues sólo quiere olvidar aquél que tiene algo terrible que esconder, pues la verdad le acusa inexorablemente. La responsabilidad criminal de Falange española, escasa de moral, pero cruel de arrebato, y bajo el beneficio del franquismo, deja muy poco margen para la polémica, por lo que no es de extrañar que traten de impedir a todo trance que se investiguen los crímenes de la dictadura. Sin lugar a dudas, las monstruosidades cometidas durante el franquismo, además de implicarles históricamente, rebasan con creces el espíritu de la Transición y la letra de la Ley de Amnistía de 1977, pues los crímenes contra la humanidad no deben ni pueden prescribir jamás. La Ley de Amnistía se estableció para perdonar a los condenados que lucharon contra la dictadura por delitos de intencionalidad política, no como una Ley de Punto Final, pues, en caso contrario, la ley se opondría a los principios generales del Derecho Internacional, que no indulta a quienes han cometido delitos de lesa humanidad, que es lo que Falange y Manos Limpias pretenden ocultar. Conviene aclarar que, en este mismo sentido, Naciones Unidas defiende que este tipo de delitos, como el genocidio franquista, permanecen vigentes pese al paso de los años.

   Mientras el auto de instrucción del juez Varela rezuma a excusatio non petita, lo cual remite, según la locución latina, a acusatio manifiesta, Falange, Manos Limpias y los que pretenden escurrirse del caso Gürtel, volverán a entonar cínicamente su “Cara al sol” sobre las cunetas en las que siguen enterradas las víctimas del fascismo.

   Garzón ha sido inhabilitado por haber actuado con sus enfáticas acometidas judiciales en la intrincada y malagradecida realidad, combatiendo sin ambages el terrorismo, el GAL, el narcotráfico, las tramas de corrupción, el caso Gürtel, valiéndose para ello de extensos pliegos, largos interrogatorios y testigos. Esas han sido las herramientas legales con las que ha trabajado el súper magistrado. Ha cometido errores, qué duda cabe, y los ha pagado, a lo que se ve, primero con aquella preocupante crisis de ansiedad y, finalmente, con el acoso implacable de aquel que fuera su amigo, el juez Varela, que pasó del Opus Dei -tras una particular y paulina caída de caballo- a radicalizar su ideología política, que luego atemperó en exceso, aunque oportuna y convenientemente para satisfacer, supongo, sus legítimas aspiraciones.

     A Garzón le han acusado de prevaricador porque simplemente es un hombre que hurga con más afán que los demás y descubre muchas más fechorías que sus colegas. Y al parecer, en esta fría y lluviosa primavera, Falange, Manos Limpias y el PP, partido que sutilmente reclama impunidad para los delitos de corrupción perpetrados por muchos de sus afiliados, no tienen intención de cambiar de estrategia. Por el contrario, ha endurecido hasta tal punto la persecución contra el juez que ya se frotan las manos con su calvario, pues de crucificarle se encarga el Poder Judicial.

   No sabe uno si el vigor de este notable juez, su directa y enérgica convicción a la hora de administrar justicia y su ciclópea capacidad para resistir el asedio irresponsable y constante del PP, la COPE, Falange, Manos Limpias y algunos jueces son operaciones que tendrán nefastas consecuencias. Pero resulta reconfortante recordar al magistrado jienense luchando denodadamente contra la impunidad y el olvido histórico de las injusticias y atrocidades del franquismo. Y es que Garzón es pura épica repleta de acción incesante: observa, escucha, acorrala, instruye y enchirona a todo el que vive de incumplir la ley.

   Es cierto que hemos sido un pueblo peculiar, capaz de expulsar judíos, deportar intelectuales, fusilar inocentes, repatriar inmigrantes, excomulgar herejes, exiliar comunistas y perseguir homosexuales, pero eso hasta ahora no tenía más argamasa que la sumisión a la Santa Cruzada del Nacionalcatolicismo, que ya advertía que la religión es una cuestión de fe, como afirmaba la fe misma. Quizá por ese afán hagiográfico y tan español, el Tribunal Supremo ha decidido suspender de forma cautelar a nuestro juez estrella mientras la España que soñara José Antonio pasa página por encima de Garzón, pues para eso ha llegado la primavera que va camino de volver a reír, y a mandíbula batiente.

   Investigar los crímenes de una dictadura tan sanguinaria como la que sufrimos los españoles nunca puede ser un delito. De hecho, no lo ha sido en ningún país europeo. Pero lo más inquietante es que la justicia está logrando que se persiga al juez Garzón en vez de a los delincuentes, no vaya a ser que al magistrado -que estaba reconciliando al gentío con la justicia en la que ya casi nadie creía- se le vaya la mano y esclarezca más de la cuenta. De hecho, Camps -el dandi del PP que hace política en diminutivo, pero viste en aumentativo- ha exclamado complacido: “un cazador menos” mientras Cospedal acusa a los ciudadanos de presionar al Poder Judicial, olvidándose que dicha prerrogativa, el poder, reside y dimana del pueblo.

Fabricio de Potestad Menéndez
Secretario de Estudios y Programas de la Ejecutiva del PSN-PSOE.

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