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Esta maldita crisis

Esta maldita crisis

martes 18 de mayo de 2010, 11:02h

No se habla de otra cosa. La crisis financiera que golpea todos los días encima de la mesa de los grandes despachos y amenaza con quebrarlo todo. La crisis económica que ataca a todos, pero especialmente a los más débiles con más paro y menos esperanza cada día. La crisis del euro, que parecía la moneda más fuerte y que se enfrenta, dicen algunos, a su desaparición o a convertirse en la moneda de un pequeño club de privilegiados que expulsarían a los países más débiles, entre otros España, Portugal, Grecia e Irlanda. Dicen que la crisis “es como la gripe: un proceso desagradable, incómodo y recurrente”. Y cuando no se cura bien –la gripe y la crisis- vuelve con mayor fuerza y, en ocasiones, se convierte en una enfermedad mortal. Hay quien niega la crisis “setenta veces siete”, pero no por eso desaparece.    

Hay quien dice, con bastantes razones, que la crisis en España no es fundamentalmente económica, sino institucional. Y ahí están los ejemplos de la Justicia en su conjunto, del desprestigio del Tribunal Constitucional o del Poder Judicial, de las instituciones, de los políticos como “problema” estadístico”… Ni la Iglesia, que ha resistido todos los embates durante más de 2.000 años, se libra de la crisis y el barco parece que va un tanto a la deriva. La escuela, la educación, está en crisis, incapaces todos de ponernos de acuerdo sobre unos pocos principios. Los medios de comunicación cuentan la crisis y viven en ella y de ella…

Pero hay quien va más allá y señala que lo que padecemos es una crisis de identidad. Reyes Calderón, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra, escribía hace poco en “Nuestro Tiempo” –una espléndida revista- que “lo que ocurre no es epidérmico, es más profundo; afecta a los modos compartidos de hacer y de pensar. Occidente, lento y gordinflón, ha olvidado que la capacidad de adaptación a lo desconocido tiene su raigambre en las tradiciones recibidas, en los valores que venía de despreciar. El gran historiador Edward Gibbon, dice Reyes Calderón, argumenta que cuando los romanos perdieron sus virtudes de siglos dejando la tarea de defender el Imperio en manos de mercenarios, Roma cavó su propia tumba”. ¿Sucede lo mismo ahora?

Tal vez solucionemos, o no, el problema económico del momento. Pero la crisis es mucho más profunda. Es de identidad, de esencia, de valores. Social, cultural, ética, moral. Vivimos una extraña situación en la que, con un indudable espíritu manipulador, se afirma y se niega la misma cosa en un mínimo espacio de tiempo. Dice Calderón que la forma de vida que durante años hemos vendido, con “el éxito por meta y el consumo por timón, presenta costes que no hemos calculado”. Tal vez esa sea la causa de que vivamos un doble discurso a medio camino entre la esquizofrenia y la perversión.


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