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La deuda, el crédito y la ruina

La deuda, el crédito y la ruina

miércoles 26 de mayo de 2010, 22:26h


   Rectificar es de sabios, pero también de gente que se equivoca. Ahora bien; la hay que se equivoca tanto, que rectifica cuando acierta. Es el caso del Gobierno al desdecirse del decreto, ya impreso en el BOE, por el que se prohibía a los ayuntamientos solicitar más créditos, esto es, endeudarse todavía más, desde hoy hasta finales de 2011. Pues el crédito, como se sabe, está en el origen de toda catástrofe financiera, y la pervivencia del recurso a él sin cordura ni tasa por los poderes locales hace inviable cualquier plan de ajuste para reducir el déficit, el Gobierno había tomado esa decisión no más draconiana, en realidad, que congelar las pensiones. Pero he aquí que poco tardó en rectificar el acierto, lo que tardaron los alcaldes del propio PSOE en sublevarse por creer, acaso con algún fundamento, que si no siguen pidiendo prestado, o sea, sin dinero para cosas, no les votarán en las próximas elecciones ni sus madres.

   Rectificando el acierto, pues era indispensable detener desde ya esa sangría municipal y espesa, el gobierno ha concedido una moratoria de siete meses para que los ayuntamientos se sigan entrampando, esto es, entrampando a los ciudadanos que, con las suyas propias, ya están de deudas hasta el cuello. ¿Ha calculado el Gobierno hasta dónde puede crecer la deuda de los municipios desde hoy hasta final de año si éstos, como es previsible ante la imposibilidad de pedir créditos el año que viene, se hinchan a pedirlos ahora? ¿Ha reparado en que esa rectificación, esa pusilanimidad, puede dar por sí sola al traste con el plan general de ajuste, que tantos sacrificios desde ya, no desde el año que viene, exige a la gente?

   Vivir endeudado, sea un particular o un colectivo, es un no vivir, y, desde luego, un no levantar cabeza, pues lo que se gana se va íntegro en pagar, no ya las deudas, sino los intereses. Para pagarlos, porque si no le embargan a uno, se recurre a menudo a nuevos préstamos, y así, en esa huída hacia adelante, en esa sinrazón que no sirve sino a intereses o inconfesables o electoralistas, seguirán los ayuntamientos siete meses más, haciendo baldío el esfuerzo general, de los que menos tienen sobre todo, para evitar la consumación de la ruina.

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