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Soledad Puértolas, escritora

“En viajes con puntos de referencia nuevos, surgen con más facilidad preguntas sobre la identidad”

“En viajes con puntos de referencia nuevos, surgen con más facilidad preguntas sobre la identidad”

lunes 31 de mayo de 2010, 16:41h

Londres, París, Nantes, Turín, Corea, Seúl… En Compañeras de viaje (Editorial Anagrama), su quinto libro de relatos, Soledad Puértolas propone una reflexión revitalizante acerca del movimiento como posibilidad para indagar en nuestro papel en el mundo, ya sea personal o en la vida de los otros. Para ello, la escritora zaragozana, reciente miembro de número de la Real Academia Española, se sirve fundamentalmente de unos personajes femeninos que se erigen poseedores de una palabra necesaria, vehemente, reveladora, placentera, sintomática… Quince historias disímiles, aunque con un denominador común: la sensación de libertad.

 

Los personajes de estos relatos muestran evidentes problemas de identidad…

En los viajes con puntos de referencia nuevos, desconocidos, es cuando pueden surgir con más facilidad las preguntas sobre la identidad. Del “¿Qué hago yo aquí?” se pasa al “¿Y quién soy yo?”. Sí, es como si hubieras dejado la identidad en casa.

 

Quizás por ello, viajar se postula como la mejor de las terapias…

El cambio de escenario y de las rutinas cotidianas nos proporcionan otra perspectiva.

Nos vemos a nosotros mismos —y a los demás— de otra manera, en otro contexto. Las personas adquieren nuevos aspectos.

 

En Dos hombres, la protagonista precisamente afirma que “un cambio de escenario, a veces, funciona”, pero tal vez, en muchos casos, lo complicado sea regresar al lugar de origen…

A lo mejor sea eso lo que en definitiva esperamos de un viaje: volver distintos. Poder enfrentarnos a la realidad con nuevos recursos. Por supuesto, también puede suceder que encontremos en nosotros un rechazo hacia esa realidad. En todo caso, la visión se amplía.

 

Por su parte, Música defiende el sonido característico de cada instante, pero el conjunto de mujeres del libro (e incluso los hombres protagonistas en dos de los relatos), aun estando en compañía, viven la melodía del momento en soledad…

Creo que la música es una fuerza muy poderosa, su capacidad de evocación es tremenda y tiene un significado particular para cada persona. Pero eso es muy placentero.

 

¿Y por qué voces femeninas?

El personaje secundario, el que va de acompañante sin una meta precisa, me fue interesando cada vez más. Caracterizaba a un tipo de mujer, unas circunstancias. He querido indagar en esta clase de personajes femeninos que suelen quedarse un poco de lado.

 

En alguna ocasión afirmó que muchas de estas historias contienen experiencias de su propia vida. ¿Hasta qué punto “Au pair” roza lo autobiográfico?

Hay algunas anécdotas de mi vida, aunque muy transformadas, y algunos gustos y aficiones mías, pero lo que de verdad me ha interesado es ver qué hacían estos personajes con ese bagaje, cómo vivían ellos en esas circunstancias.

 

¿Qué le ha costado más, tomar de la realidad o experimentar con la ficción?

Es un proceso casi simultáneo y disfruto cuando veo que funciona, cuando una circunstancia que conozco, o medio conozco, se transforma en otra cosa porque está siendo interpretada por otra persona, el personaje. Este proceso está caracterizado por la libertad, porque el personaje se define a sí mismo: el escritor no le impone nada.

 

Si tuviera que quedarse con una de las tramas que componen Compañeras de viaje

Me gusta Restos, porque salió muy fluido. Enfermedad, sin embargo, experimentó muchos cambios, pero también me gusta… La verdad es que todas me dieron muchas satisfacciones…

 

Equiparaba Fernando Quiñones la escritura de un relato a un trago de güisqui con hielo, mientras que para la novela, el alcohol se sirve rebajado con agua…

Desde luego, el relato se caracteriza por su intensidad, por la contención y la síntesis.

En la novela hay desarrollo, hay tiempo, mucho tiempo, y caben las digresiones, los rodeos. El ritmo es muy distinto, e incluso puede variar.

 

Álvaro Pombo la calificó hace años como “una dama de Chéjov”. ¿Algo que añadir dos décadas después?

Eso habría que preguntárselo a él. A mí me gustan las mujeres de Chéjov y me gusta mucho Chéjov…

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