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La huelga del martes

La huelga del martes

domingo 06 de junio de 2010, 20:12h

   El 8-J es el ensayo de la huelga general del 30-J. Todo depende de dos factores: el éxito que cosechen los sindicatos el martes entre los funcionarios llamados a la protesta y las decisiones que tome el Gobierno el día 16, si antes patronal y sindicatos no llegan a un acuerdo que, posiblemente, ninguno está demasiado interesado en conseguir. La patronal, porque espera que el Gobierno les haga los deberes. Y los sindicatos porque, en el fondo, no quieren demostrar que la debilidad del presidente Zapatero es tan grande que sólo le quedaría la salida de unas elecciones generales. Mientras tanto, La Moncloa, cada vez más aislada, más presionada internacionalmente, con menos Gobierno y más dependencia exterior, dice que no hay todavía “ningún papel”. ¿A menos de diez días de la decisión no hay proyecto de reforma laboral? O es mentira o es incapacidad y no se qué es más preocupante.   

   El problema estriba en saber qué reforma laboral va a  aprobar el Gobierno. Tiene que ser profunda para que sea aceptada por Europa y por los mercados. Tiene que ser intensa para que se ponga el acento en la creación de empleo y no en el subsidio. Los sindicatos, sobre todo, pero tal vez también la patronal se contentarían con acuerdos que desactiven la huelga y dejen paso a un verano tranquilo. Ganar tiempo. El presidente también respiraría y podría afrontar cambios en el Gobierno. Pero si una reforma no es suficientemente agresiva, si no pone las condiciones para que los empresarios creen empleo, al nuevo fiasco político se unirá otro fracaso económico.

   Pero, ¿cuál es el problema? Lo apuntaba el domingo el profesor Joaquín Muns, ex director ejecutivo del FMI y del Banco Mundial en La Vanguardia. El problema no es otro que el secuestro de la economía por la política. “La excesiva politización  y el fuerte contenido ideológico que se sigue imprimiendo a la política económica”. Para Muns, lo que manda en esta situación no son los criterios técnicos sino la confusión de “un planteamiento económico con un principio ideológico inmutable ligado a un credo político”. Cuando la economía es secuestrada por la política se produce la incapacidad de llegar a acuerdos y se crea una situación de “impasse y de inmovilismo” que sólo se soluciona si la presión exterior es tan fuerte y tan imperativa que no queda otro remedio. Zapatero no ha pensado nunca en la necesidad  una reforma laboral porque tiene un planteamiento ideológico de la economía y es contrario ideológicamente al cambio. Se lo han impuesto. Y cuando no se cree en algo es mucho más difícil llevarlo a cabo, convencer a todos de que es necesario y hacerlo en la dirección adecuada. El día 8 tendremos un termómetro, pero la solución depende de Zapatero.

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