Huelga de funcionarios

    Como les venimos contando, más de dos millones de empleados públicos están llamados hoy a la huelga en España, en protesta por los recortes salariales incluidos por el Gobierno en su plan extraordinario para reducir el déficit público. Por situar estas medidas en su contexto geográfico e histórico, ayer mismo la canciller Ángela Merkel anunciaba el plan de ahorro más drástico en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, que incluye el recorte de 10.000 puestos de funcionarios y la rebaja de sus sueldos en un 2,5 por ciento. A esta actitud se ha sumado, desde Londres, el primer ministro David Cameron, para quien su país está  en peor situación de lo que se estimaba , ha vivido por encima de sus posibilidades, y las medidas de recuperación afectarán a todos los británicos durante años. Y hablemos de otro país: de Finlandia, que acomete la reducción de la Administración (suprimirá municipios y el 10 por ciento de los funcionarios), alargará el tiempo de cotización para tener derecho a pensión, y se acometerá una apuesta por las centrales nucleares para reducir la dependencia energética.

    Es cierto que cada país es un caso distinto, y que los funcionarios españoles ya sufrieron a principios de este año un exiguo e insignificante incremento salarial del 0,3 por ciento. Y también es cierto que no son iguales los niveles de vida de un trabajador español que de otro alemán o británico, y que las comparaciones simplistas y sin matices siempre resultan injustas.

    Pero lo que sí queremos subrayar en este día  (y no por aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”…) es que la actual crisis no es una exclusiva del “España es diferente” sino que es la brutal consecuencia global de unas políticas financieras  falaces, egoístas y que se les escaparon de las manos a los diversos Gobiernos, si bien a unos más que a otros.

   No estamos ni a favor ni en contra de la huelga de los empleados públicos de hoy, ni de otras protestas de más amplio espectro que, sin lugar a dudas, vendrán. De lo que estamos a favor es de la libertad de los trabajadores en la defensa de sus intereses, y que esa libertad se ejerza con inteligencia y con respeto a quienes no se unan a las protesta.  Y estamos, por encima de todo, a favor de que la crisis pese sobre quienes la han creado, sobre quienes se han enriquecido de modo obsceno, sobre quienes han arruinado a millones de familias en España, en Alemania, en el Reino Unido o en Finlandia. Ahí es donde se debe aplicar el bisturí, y para hacerlo con legitimidad se necesitan gobiernos ejemplares en su fuerza moral y en su austeridad.