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Basureros electrónicos

Basureros electrónicos

martes 08 de junio de 2010, 22:16h
Acaban de ofrecerme Viagra a un precio inmejorable. Me acaba de tocar un premio multimillonario en un casino de Las Vegas. Tengo una lista de espera de gente en mi Facebook que ni Elsa Pataky. Los señores de Rolex me ofrecen sus relojes carísimos a precio de ganga. He sido la primera en entrar en la página Web de un periódico digital y me ha tocado…

En fin, que me tocan las narices a diario varias veces (seguro que a usted, improbable lector, también le ocurre), con los correos basura (también llamados spam) que caen en mis diversas cuentas de correo electrónico. Ni los filtros, ni la ignorancia de las dichosas cartas, nada sirve para que ese aluvión de idioteces dejen de ser enviadas desde anónimos robots u ordenadores zombis (qué miedo) que los aguilillas anónimos del mundo usan para intentar echar el anzuelo y que los incautos compren Viagra falsa, medicinas más falsas, relojes sin maquinaria, etcétera, etcétera.

Los timadores se han puesto al día, se han informatizado y se cuelan por Internet como Pedro por su casa. Normal. Siempre han sido gente espabilada, consciente de que las almas cándidas existen y que si se echa el anzuelo en un vivero de truchas, alguna pica seguro, aunque del anzuelo cuelgue un señuelo más falso que Judas, con mucho oropel y nada de chicha.

Así las cosas, la Policía ha vuelto a advertirnos (por enésima vez) de que no piquemos si nos llega por correo del de siempre, al buzón de casa, o por el electrónico, una carta en que nos aseguran que un señor, nigeriano por más señas, nos ha dejado una fortuna en dólares. Y una lee el aviso policial y se le hacen los ojos chiribitas intentando imaginar quién puede ser tan tonto como para creerse la patraña primero, y, después, ingresar dinero en una cuenta bancaria para que quien gestiona la herencia nos la pueda abonar… ¿Quién se lo traga? Pues mucha gente parece.

Anzuelos deglutidos con chispas de avaricia en los ojos, he ahí la cuestión, el quid, el acabose: la avaricia.

Bien sabido es que con esa debilidad o pecado, según se mire, cuentan los timadores para que les funcione cualquier operación fraudulenta. El timado es una víctima, pero de su propia miseria, convencido de que es él quien saldrá beneficiado en ese “toco-mocho” rastrero que le han montado los listos para robarle y dejarle con más cara de tonto que la que traía puesta desde casa.

En fin… No sé si comprarme un “Trolex”, jugar en el casino de Hong Kong, o encargar un cargamento de Viagra y regalárselo a los conocidos que parezcan necesitados de impulsos.

Quizá opte por aceptar la herencia de ese señor tan majo, el rico nigeriano que falleció sin herederos, porque me barrunto que, dado que no me jubilaré hasta los 85 (y eso con suerte) es la opción más segura para vivir el resto de mis días sin dar un palo al agua. Ya les invitaré a algo con las rentas.

Ana Ruiz Echauri. Periodista.
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