Muy mal deben estar las cosas en las encuestas cuando el núcleo dirigente del Partido Socialista se pasan el día hablando del PP en general y de
Rajoy en particular. La verdad es que no hay memoria de
Felipe González dedicándole un minuto a
Hernández Mancha. Se dirá que eran otros tiempos. Es verdad. Pero también lo es que había otro tipo de líderes. Políticos, no figurines catódicos. O personajes de discurso atrabiliario que dónde hoy dicen blanco mañana -sin cortarse un pelo- aseguran que querían decir negro. Nunca habíamos tenido un Gobierno de perfil tan romo. Si exceptuamos a los titulares de Interior y Fomento y a
Gabilondo, en Educación, el resto apenas descuella. Claro que el Gobierno está hecho a iniciativa de un presidente cuya densidad política ha quedado demostrado en las últimas semanas al hilo de los bandazos dados para sortear la crisis que no quiso reconocer hasta que Bruselas mandó a formar. Nunca habíamos estado
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en manos tan inseguras; en manos de personajes escasamente preparados para navegar en medio de la adversidad.
Más de un miembro del Gobierno lleva toda la vida en la política; nunca ha trabajado en el sector privado y, en consecuencia, no tiene experiencia propia de lo que es quedarse en el paro y afrontar la sensación deprimente que apareja toda peregrinación en busca de un empleo. Es sólo un detalle, pero da idea, como digo que estamos en manos de personas que operan con una lógica alejada de las preocupaciones de la mayoría. Por eso cuando se les pregunta por los problemas reales del país -el paro, el déficit, la deuda, las medidas de ajuste, la congelación de las pensiones, el recorte de sueldos a los funcionarios, etc...- responden hablando del PP. Viven en otro mundo y reaccionan con irritación cuando se les pregunta, porque detrás de cada pregunta incómoda avizoran que tal y como están llevando las cosas van camino de perder las próximas elecciones. De ahí viene que la culpa de todo la tenga el PP.
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