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El desmadre autonómico

El desmadre autonómico

jueves 10 de junio de 2010, 13:30h
Los españoles ya no nos sorprendemos de casi nada, esta es la verdad; tal es el cúmulo de incoherencias, absurdos y paradojas que vivimos. Y conste que no hablo solamente de ciertas decisiones del Gobierno, que por supuesto también, sino de no pocas indecisiones, balbuceos y despistes telúricos de otras fuerzas políticas, sociales y también de la propia sociedad civil en su conjunto.

Reconozco, empero, que el último esperpento ha logrado, esta vez, escandalizarme de verdad: ahí es nada, algunos virreyes –perdón, presidentes—autonómicos estableciendo sus propios impuestos a ‘los ricos’ en función de la real gana del baranda de turno y de parámetros geográficos variables. Si usted gana sesenta mil euros al año en Extremadura, es usted un rico potencial, pero no lo es si, ganando lo mismo, vive en Andalucía, Asturias o Cataluña. Pero será usted rico perseguible por el fisco autonómico en Andalucía si sus emolumentos ascienden a ochenta mil euros, mientras que los catalanes solamente son fiscalmente ricos y ‘expropiables’ con cuarenta mil euros más. De locos.

Así lo han decidido los respectivos presidentes de estas autonomías, que se han apuntado, con la mayor demagogia, a la guerra de clases, de territorios y hasta de cifras. Es el desmadre autonómico en estado puro, ahora y en esto limitado a los ‘barones’ de comunidades socialistas. Pero no tengan duda de que, si alguien no lo remedia, el mal ejemplo se extenderá a otras siglas.

Y este mal hay que remediarlo. No sé si por la vía de un nuevo ‘decretazo’, de un gran consenso –palabra mágica que nuestra clase política no sabe utilizar— o de algún arreglo en el seno de esa conferencia de presidentes autonómicos que, hasta ahora, tan pocos resultados nos ha dado. Resulta simplemente escandaloso que cada autonomía legisle acerca de determinadas materias como le viene en gana, sin coordinarse con nadie, sin someterse a método alguno y sin consultar con nada más allá de la almohada.

No podemos extrañarnos del escaso apego que el hombre y la mujer de la calle muestran hacia un sistema autonómico que conviene preservar, pero al que hay urgentemente que salvar de sus propios vicios y excesos. El Estado de las Autonomías no puede acabar convirtiéndose en el ejército de Pancho Villa, donde cada cual dispara en una dirección distinta, porque, a este paso, acabará tambaleándose el propio cimiento de la nación. Y no, no es una exageración ni una muestra de catastrofismo; siento decirlo, pero es la pura verdad.

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