Luis García Cereceda era un empresario de éxito, popular en la sociedad madrileña, querido por los que le trataron. Un emprendedor que no tuvo tanta suerte en algunos momentos de su vida familiar. Ahora que el fundador de Lugarce, propietario del restaurante Zalacaín y tantas otras cosas acaba de fallecer, una extraña guerra se está produciendo entre sus sucesores. Una guerra que, como la que se evidencia en la incomprensible esquela aparecida este jueves en el diario
El País, revela que no todo es armonía ni cordura entre ciertos familiares del prohombre. Esquelas como esta, y ciertos programas televisivos de auténtica basura, parecen tratar de manchar la imagen del fallecido, un hombre que, con todas sus virtudes y defectos, creó, casi desde la nada, un imperio para sus descendientes, muchos puestos de trabajo y una reputación empresarial con la que ahora, al parecer, juegan miembros de su propia familia.
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