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Opinión

Asuntos digitales

Asuntos digitales

sábado 12 de junio de 2010, 13:19h

Cuatro horas, el andaluz promedio pasó cuatro horas, delante de la televisión, el pasado mes de mayo. Cabría  matizar que ese  fue el tiempo en el que el monitor de su hogar  estuvo encendido, y por lo tanto contabilizado. En cuestiones de audiencia, se hila fino, muy fino: la lista de  hogares con un medidor  Sofres es lo más parecido a un secreto de Estado.

“Eres lo que comes”,  dice el libro de la ciencia hindú Ayurbeda. “Eres lo que comes”, se puede leer en el frontispicio de los grandes cuarteles del ejército de los EE.UU. ¿Somos lo que vemos?  ¿Qué vemos?

La televisión es un mix que lo deglute todo. El pasado mayo, vimos un país cabreado,  al que le crujían las cuadernas; vimos un timonel sin rumbo; el abandono de Grisson al frente del equipo del CSI Las Vegas; el anual   desfile de frikis, esta vez en Oslo; la victoria del Sevilla; el no menos habitual desfile de niños cantantes; la insoportable jeta de algunos jetas que viven en, y de la televisión. Naturalmente, el menú  era a la carta, y cada cual lo deglutió como pudo.

Hay quien piensa, con fundadas razones, que nada es del todo cierto, o real,  si no sucede en  televisión.  Lo inquietante  del tal razonamiento es que es, a la vez, una opinión erudita y de masas, una rara coincidencia. En 1949, el  escritor británico George Orwell, descubría al mundo “El Gran Hermano”: la vida del ciudadano  Winston Smith,  un honrado funcionario del Ministerio de la Verdad. Una advertencia sobre el  totalitarismo. 

Setenta años después, o si lo prefieren, millones de megabits más tarde, la denuncia  orwelliana se llama populismo; y de esa mercancía, se venden toneladas en el supermercado digital.

Conviene saberlo desde el kilómetro cero: tener cuarenta,  o setenta canales, no nos va a hacer más listos, ni mejor informados. La notoria dispersión de las audiencias traerá, sin embargo, un marco  nuevo,  al que naturalmente deberemos responder, en nuestra doble condición de votantes/consumidores. 

Se dirá que hay cosas magníficas en la pequeña-gran pantalla; sin duda. Muchas de ellas son de pago, y lo serán cada vez más. El gratis total,  lo mismo da en televisión que en la  sanidad,  es - me temo -,  cosa antigua, analógica; de cuando Europa se acunaba en el Estado del Bienestar. Lo digital, lo moderno,  es el “pay per view”. No nos engañemos.

Existe, desde luego, otra opción, como todo el mundo sabe, o practica: un universo paralelo, donde viven el pirateo, la descarga, la copia… la  propia confluencia entre internet y televisión; sin  que quede claro aún, si estamos ante un acto de legítima defensa, o es el principio del fin de lo que un día fue creación, y se llamó cultura.

Por no hablar de las otras muchas cosas que se pueden hacer, en cuatro horas. 

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