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¡Crucifícale, crucifícale!

¡Crucifícale, crucifícale!

viernes 18 de junio de 2010, 14:29h

Seguramente hace meses que tendría que haber ingresado en la cárcel, máxime cuando él mismo se autoinculpó del pecado de írsele la mano, pero sorprende que Fèlix Millet haya acabado en prisión por un tema aparentemente menor en comparación con el grueso del caso Palau de la Música.  

Su abogado ha acertado en la definición del ambiente que se respiraba en torno al personaje: “Van a la cárcel para calmar a la opinión pública”. España exalta al pillo -el Dioni- pero crucifica al listo. Ya hace dos mil años las masas gritaban en Jerusalén “crucifícale, crucifícale” refiriéndose al bueno de Jesús y pedían la liberación del ladrón Barrabás.  

No tenemos remedio. Cada español crea su propio jurado de instrucción y su tribunal enjuiciador. Nos dejamos llevar por impactos, conjeturas y rumores de la calle. La presión social reclama cambios de legislación repentinos así que un suceso trágico turba la tranquilidad de las familias, sea un asesinato o una violación de la que podría haber sido víctima una hija tuya.  

Entre la discreccionalidad de la "pena de Telediario" y el desfile de famosos y gente conocida que pasa por los juzgados y las cárceles, ya no es sólo la prensa judicial, política y financiera la que sigue las diligencias, sino que también la prensa de las vísceras mal llamada del corazón tiene abundante material para el vómito.  

Le ocurrió a Lola Flores, a la que quisieron meter en la cárcel por defraudar a Hacienda, del mismo modo que algunos esperan a la Pantoja o a la Campanario camino de su Gólgota particular. Entretanto, ladrones de guante blanco, mafiosos de redes internacionales y traficantes de todo tipo de mercancías materiales y humanas se pasean impunemente por hoteles y urbanizaciones de lujo sin que les falten las reverencias del personal.  

Las cárceles están para protegernos de los indeseables y para hacerles pagar sus culpas. Convertirlas en un seguro para aliviar nuestras conciencias no siempre es de recibo. Tampoco para dar carnaza al morbo.  

Y eso que, repito, seguramente tiene sentido que Millet esté hoy en la cárcel.    

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