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Una luz desde Lanzarote

Una luz desde Lanzarote

viernes 18 de junio de 2010, 22:02h

  No sé por qué yo pensaba que José Saramago no se iba a morir nunca. Seguramente esa falsa impresión mía se debía a mi convicción sobre la absoluta necesidad de contar con él, junto a unos cuantos personajes más, para que alumbrase en la oscuridad de nuestras vidas y nos ayudase a sobrellevar con dignidad las terroríficas amarguras proporcionadas por este mundo tan injusto y tan cochambroso. Se apaga esa luz que llegaba desde Lanzarote, pero su inspiración, su recuerdo, su ejemplo, su doctrina humanista, su filosofía de la verdad y de la justicia universales, todo eso no se apaga. El Nobel portugués de Literatura, afincado en nuestro simpar Lanzarote como consecuencia de su huida frente a la intolerancia, nos deja un legado tan generoso y tan inmenso que hasta nos vale para caminar sin estrellarnos por esta ruta flanqueada de crisis de toda especie, incluida la crisis económica que nos sigue atenazando sin descanso. Una crisis en el fondo derivada de la injusta y deplorable organización de la comunidad internacional y de los Estados que la componen.

   Su pensamiento progresista y de izquierda le hacía mirar con desencanto todas las consecuencias nefastas de la falta de un orden universal y europeo basado en una concepción trascendente, abierta y justa del mundo y de la vida. Eso explica que el gran escritor portugués acudiera tantas veces al foco y a la raíz de muchas desventuras, de muchas situaciones provocadas por la maldad y la insolidaridad. Tengo presente ahora mismo, por ejemplo, su apoyo personal y político a Aminetu Haidar y al sentido de sus reivindicaciones. Saramago contaba siempre con el eficaz apoyo de su esposa, Pilar del Río, que sabía dar una dimensión distinta a los esfuerzos de ambos, desde su particular visión como periodista y comunicadora. La muerte de José Saramago acontece en uno de los más delicados momentos de los últimos años, cuando las recetas convencionales no sirven de gran cosa si no van insufladas con el aliento de las ideas y de las convicciones generosas y cálidas de personajes de la dimensión y de la grandeza de Saramago.

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