"L'Europe dit oui"

Todavía recuerdo con una sonrisa la imagen de Zapatero ante la Asamblea francesa, haciendo campaña por el ‘sí’ a la reforma de la UE en las consultas sobre el Tratado de Lisboa: “L’Espagne dit oui, l’Europe dit oui”, clamaba el presidente español en un francés cuando menos, ejem, mejorable. A Zapatero, luego, en Europa le han dejado sillones más bien secundarios; sus vaivenes, su escaso conocimiento de idiomas y de los meandros de la eurodiplomacia y, sobre todo, la coyuntura económica, desfavorable para nuestro país, le colocaron en la segunda fila en la foto de los dirigentes de la Unión (aunque la verdad es que España, que conmemoraba estos días sus 25 años en la UE, nunca ha figurado en los primeros vagones del tren; tampoco en los tiempos ambiciosos de Aznar). Pero ahora Europa dice 'oui', al fin, a España. O, mejor, a los planes de ajuste duro que la propia Europa ha impuesto al Gobierno español.

Hay sectores que cuestionan la calidad de ese ‘sí’ europeo a las medidas de reforma laboral, de congelación de pensiones y del recorte al sueldo de los funcionarios que prepara el Gobierno; pero acaso lo peor para España sean esos españoles empeñados en que ‘cuanto peor, mejor’, a la espera de que sus opciones políticas se abran paso, y que niegan el pan y la sal incluso a los nuevos dictámenes benévolos del Eurogrupo. Cierto es que Zapatero fue el gran náufrago que no sabía remar; pero también es verdad que, una vez que desde Bruselas, París y Berlín marcaron el rumbo, el presidente español tuvo el coraje de virar ciento ochenta grados en sus planteamientos. A la fuerza ahorcan.

Lo definitivo es que, sea por las razones que sea -y claro que hay intereses egoístas en los apoyos de Merkel, ‘Sarko’ y del Fondo Monetario Internacional-, los foros internacionales que se mostraban reticentes ahora han cambiado el tono y el paso. Y que se ha demostrado, desmintiendo rumores lanzados por presuntos especialistas, que la salud de la banca española es mucho mejor de lo que hasta los optimistas pensaban. Incluso mejor de lo que algún responsable bancario español ha dicho en un curso de verano, de esos en los que ocasionalmente las lenguas se sueltan demasiado.

Yo diría que Europa se ha involucrado a fondo, y para bien, en el proceso español. Y no solamente hablo del plano económico: seis países europeos, seis, se ofrecieron la pasada Legislatura a albergar  negociaciones entre representantes españoles y ETA, antes de que las partes se decidiesen por Suiza y Noruega. Y ahora me dicen que mensajes alentadores sobre el inminente fin de la banda llegan a los correspondientes servicios españoles procedentes de sus colegas franceses, alemanes y británicos.

Es este un tema que ocupa grandemente al Ejecutivo socialista español, en cuyo seno se ha desatado una  enorme polémica. No solamente por las declaraciones, ‘comprensivas’ hacia Batasuna, del presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren, un hombre que tuvo el coraje de alentar las negociaciones con ETA, sino también porque tras las opiniones de Eguiguren hay un sector del socialismo vasco. Oficialmente, tanto el ministro del Interior como el lehendakari vasco han salido a desmentir al dirigente guipuzcoano: ni hay ni habrá contactos co n ETA o su entorno, aseveran. Pero, tras lo que Eguiguren dice, hay una realidad que se contempla en Madrid y en las cancillerías europeas: la pesadilla de la banda del terror está a punto de concluir. Y eso acarreará algún tipo de ‘estrategia negociadora’ por parte del Gobierno que sea.

Y también a esto Europa, y en estos momentos sobre todo la Francia de Sarkozy, dice ‘oui’. Afortunadamente.

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