España tiene en su mano coronarse campeona del mundo en Sudáfrica. Miramos a nuestros rivales en semifinales y no encontramos nada que nos haga inferiores. Todo lo contrario. Rota la maldición de los cuartos de final hay que sentirse favoritos. En el camino se han quedado Italia, Brasil y Argentina, las tres selecciones que más temíamos. Ahora o nunca. España es la referencia. Hay que creérselo y afrontar así la semifinal ante Alemania.
Es la repetición de la final de la Eurocopa, buen augurio, y España ya sabe como ganar a los teutones. Aquello de que “el fútbol es un juego de once contra once en el que siempre gana los alemanes” tiene que pasar a mejor vida. El fútbol es de quién tiene el balón, de quién apuesta por el buen juego, de quién sabe a lo qué juega. El fútbol actual es de España. Digamos lo alto. Sin miedo. Es la mejor forma de sentirnos favoritos. De ganar el Mundial.
El partido ante Paraguay nos ha puesto en la rampa de salida hacia la gloria. Se ha sufrido. No podía ser de otra manera. Nunca habíamos pasado de cuartos. Muchos fantasmas han aparecido en noventa minutos de poco fútbol pero demasiada emoción contenida como para no saltar de alegría cuando el gol de
Villa, otra vez El Guaje, nos metía en semifinales.
Es una ocasión única. No hay que tener pánico a ganar. España necesita un triunfo de su selección futbolera para que el deporte, nuestro mejor aval, culmine su excelencia. Hemos admirado a personajes como
Nadal,
Gasol,
Alonso,
Contador,
Lorenzo… sólo nos faltaba el fútbol. Teníamos que ganar un Mundial y ha llegado el momento. Porque los éxitos de nuestros deportistas se celebran, llenan portadas y plazas, pero lo que ocurre alrededor de La Roja es mucho más. España espera ansiosa poder salir a la calle y celebrar un triunfo que sirva para unir, entorno a un equipo, a un país que sabe mejor que nadie como vivir separado en su propia casa. Y luego que cada uno lo sienta como le apetezca. Sólo faltaría.
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