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Faramalla

Faramalla

lunes 19 de julio de 2010, 18:10h
Los medios masivos de comunicación, urgidos siempre de materia prima, se convirtieron hace rato en un depósito de banalidades. Cualquier asunto de menor importancia es destacado con titulares o reseñado como un hecho de trascendencia. A veces el lector debe convertirse en una suerte de pescador, para ver si encuentra algo que justifique la apertura del periódico. Y el sufrido televidente debe soportar la descarga reiterada de un paquete de diez o doce propagandas, a cambio de unas cuantas noticias sesgadas o unos pedazos de narconovelas.

En los últimos tiempos, la banalidad está siendo aderezada de insidia. Titulares escandalosos, noticias interesadas, opiniones presentadas como información objetiva, son los elementos que predominan en algunos medios, convertidos en partidos de oposición política.

Hace poco, un periódico denunciaba atentados cometidos contra el patrimonio cultural, pero, detrás del titular tramposo, no había más que la opinión de alguien que criticaba el color con que se había pintado la Gobernación del Guayas y las opiniones contrarias de los funcionarios del caso. En resumen, nada más que un pequeño y falso escándalo, inventado para atrapar incautos, vender periódicos y, desde luego, tratar de desacreditar al Gobierno.

Eso es lo que nuestros mayores llamaban faramalla, palabra que el diccionario define como enredos, artificios y trapacerías encaminados a engañar. Y cuando no hay faramalla, cuando ciertos medios se ponen solemnes y plantean razonamientos, generalmente está por delante la falacia, es decir, un argumento equívoco e incorrecto que se vende como verdad. O dicho más sencillamente, una verdad a medias, que es también una mentira a medias.

Tomo por ejemplo de esto último aquellos artículos de opinión que tratan de vendernos la idea de que un TLC promovería la inversión extranjera y daría más trabajo a los ecuatorianos, cuando es evidente que una apertura indiscriminada arrasaría con nuestra producción nacional, como está ocurriendo en México, donde ahora hasta las tortillas se hacen con maíz importado de EE.UU.

La verdad es que los ciudadanos estamos frente a una bien estructurada red de intereses económicos y políticos, que ha monopolizado el uso público de la palabra, como un medio de defender sus intereses. Y que detrás de ese mar de informaciones anodinas y propagandas atrayentes que ofrecen los medios, se ocultan poderosos intereses que buscan defender su férreo control sobre la información.
“La información es un derecho (...) que
 los medios tratan de presentar como de su exclusiva propiedad”

Y es que la información es un derecho de los ciudadanos, que los medios tratan de presentar como de su exclusiva propiedad. Pero es también un poder, que hasta hoy ha estado en manos de unos pocos empresarios, que han uniformado peligrosamente el discurso de los medios y marginando toda opinión alternativa u opositora. Cuando más, han abierto sus espacios a unas pocas personas de su agrado, para que actúen como opinión pública.

Recuerdo que, según una investigación independiente hecha en 1989, nuestros medios privados privilegian la opinión de cuarenta personas, que son las únicas que opinan a petición de la prensa o son entrevistadas en televisión y en las cadenas radiales más importantes. Eso no ha cambiado. Los únicos “analistas” invitados por los medios siguen siendo los dirigentes empresariales, los voceros de los partidos de oposición, ciertos abogados o economistas vinculados al gran capital, y algunos sociólogos o politólogos “light”, a los cuales se han agregado últimamente los dirigentes de la Conaie, siempre que se trate de indígenas opuestos al Gobierno, claro está.

Esto tiene que cambiar. Necesitamos un periodismo serio e investigativo Y que también sea crítico, pero que no se limite a criticar los actos del Gobierno, sino que también critique sus propias limitaciones y defectos y, más que nada, las miserias del sistema: la corrupción en los negocios, los abusos empresariales, la evasión tributaria, el contrabando. Ahí encontrarán los periodistas bastante tela para cortar.

jorge.nunez@telegrafo.com.ec
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