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Pánico a la ley de huelga

Pánico a la ley de huelga

miércoles 21 de julio de 2010, 20:51h
Yo no he visto en mi vida un Gobierno que le tema tanto a los sindicatos. Les tienen verdadero pánico. Debe ser por aquello del progresismo de opereta y la "O" de Obrero que adorna las siglas del partido que lo sostiene. El caso es que se acojonan con una llamada al órden del "compañero" Cándido amenazando movilizaciones e, inmediatamente, le tapan la boca a UGT y Comisiones Obreras con subvenciones a cargo del bolsillo de todos los españoles. Manda huevos que diría Trillo. Ha sido necesario que lleguemos hasta los cuatro millones de parados, que se multipliquen los eres, que le recorten el sueldo a los funcionarios públicos y que amenacen con congelar las pensiones para que los compañeros sindicalistas se enteren de qué va la cosa y convoquen una huelga general, claro, para despues del verano, no nos vayan a fastidiar las vacaciones. Soy de los que piensan que una huelga general no sirve para nada, bueno, sí, sirve para arruinar un poco más este país en quiebra y para lavar la imagen del duo de la bencina. Méndez-Toxo, Toxo-Méndez, tanto monta monta tanto, cuyo desprestigio dentro de la clase obrera raya ya en lo sublime.

El caso es que, como ocurre todos los veranos, mientras el personal trata de disfrutar de sus merecidas vacaciones, siempre hay algún colectivo al que se le ocurre dar por saco y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, convoca una huelga, encubierta o salvaje, para aguarle el mes de descanso a los ciudadanos. Cuando no son los controladores aéreos, son los pilotos de Iberia, los maquinistas de Renfe o el personal de AENA. Da Igual. Unos y otros colapsan aeropuertos o estaciones de tren y provocan un caos tal que el país queda paralizado ante la inopia de los responsables políticos que siempre son "sorprendidos" en su buena fe y su buen rollito con los obreros y los trabajadores. Digo yo que ya va siendo hora de que el Congreso de los Diputados apruebe de una vez por todas una ley de huelga que evite todos estos desmanes veraniegos y ponga en su sitio a quienes, abusando de su omnímodo poder, ponen en jaque a todo un país en beneficio de una minoría que hace y deshace a su antojo.

Como va siendo hora de que se quiten algunas de las máscaras que cubren ciertos rostros de piedra pomez como el de Durán y Lleida..Rostros que, depende el viento que sople, apoyan al Gobierno de turno o amenazan con retirarle su confianza. Me refiero, claro está, a los nacionalistas catalanes, vascos, gallegos o canarios. Que un día son más zapateristas que Zapatero y el otro más peperos que Rajoy. Ya está bien de chantajear a tdo un país dependiendo de las coveniencias de cada momento. Como decía hace pocos días un oyente de ua conocida tertula radiofónica, ya que no podemos cambiar de país, cambiemos al menos de asunto y dejemos a un lado el sempiterno debate sobre el Estatuto catalán que nos tiene a todos hasta la mismísima coronilla..Parece mentira pero llevamos ya cuatro décadas mareando la perdiz catalana y, gracias a Zapatero y sus charnegos, parece que la cosa se va a prolongar, al menos, dos años más. Hasta que entre todos logren ese Estado asociado con el que sueña Montilla. Al tiempo. Y, cuando lo logren, que lo lograrán mas pronto que tarde, al resto de los españoles se nos quedará cara de tontos. Eso sí, de tontos federalistas.

P.D.-Se acaban de cumplir diez años de la llegada a la Secretaría General del PSOE de José Luiz Rodríguez Zapatero. Parece que fue ayer cuando ese diputado desconocido de León con cejas arqueadas y cara de no haber roto un plato, le arrebató por nueve votos el  puesto a Pepe Bono. Es hora de hacer balance. La "década prodigiosa" de ZP nos ha llevado a la ruína y, si nadie lo remedia, los dos años que le quedan de mandato pueden sumirnos en el más completo caos. Deben estar contentos aquellos socialistas que en su momento apostaron por la "renovación tranquila", lo políticamente correcto y el buen rollito. Han logrado que en España se respiren vientos de cambio tranquilo. La misma paz y tranquilidad que existe en los cementerios.

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