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Identidad y posibilidades

Identidad y posibilidades

jueves 22 de julio de 2010, 14:47h

¿Quiénes somos? ¿Qué significa nuestra identidad individual? Alrededor de estas interrogantes se han levantado singulares edificios filosóficos, pero al mismo tiempo, son preguntas que cualquier sujeto puede formularse a lo largo de su vida. La persona que encarnamos esconde y muestra muchas cartas, o es mejor decir, muchos perfiles, rostros y facetas, de las cuales pocas son la verdadera esencia de nuestro espíritu y corazón. Lo fundamental es aquel momento en el que nos reconocemos por medio de la tranquilidad de nuestro lenguaje.

Nos hablamos y respondemos con una verdad genuina. Por lo menos, eso intentamos. Redescubrir nuestro ser implica una tarea difícil, y cientos de veces un acertijo doloroso pero liberador. Estoy aquí, soy yo. Un tiempo y una época, un ser y una identidad. Es el tesoro más hermoso que nos impulsa hacia el amor y hacia una necesaria fortaleza para combatir las contradicciones éticas que nos afectan cada día. Las identidades individuales se entrelazan, a su vez, con las identidades colectivas. El espacio social al que pertenecemos nos brinda un factor adicional a la búsqueda de nuestro yo interior, como parte de una sociedad más abarcadora.

Vislumbrar las alternativas que tenemos para reformar nuestras instituciones políticas y las diferentes dimensiones de la sociedad en América Latina, siempre nos confronta con el tipo de identidad que representamos y la cultura adonde pertenecemos. Es, precisamente, en la cultura donde se condensa todo el pasado, las herencias históricas pero también donde podemos encontrar un mundo de posibilidades, o descubrir que probablemente no podamos romper con el peso de la historia que viene de profundidades legendarias.

A principios del siglo XXI, nuestra América Latina está encontrando tendencias de cambio cultural e identitario muy importantes; por ejemplo, si analizamos el nuevo liderazgo económico de Brasil, observamos que existe una mayor apertura comercial con el Asia, abriéndose la puerta para la influencia cultural de China, Corea del Sur, Indonesia e India. Por lo tanto, la actual “cultura de la globalización” está replanteando viejas temáticas a la luz de nuevas y contemporáneas exigencias como el impacto determinante que ejercen los cambios tecnológicos en las potencias industriales como Estados Unidos y Europa. Tales cambios expanden constantemente sus influencias hasta afectar las estructuras productivas de la región y la vida cotidiana de millones de ciudadanos.

¿Estos cambios tecnológicos están haciendo a la cultura más equitativa, o por el contrario, erosionan los patrones históricos de identidad tradicional porque estimulan nuevos conflictos y tendencias hacia el caos, junto con la uniformidad de las actitudes y una especie de americanización en las costumbres?

La discusión queda abierta para estimular una serie de visiones y propuestas de cambio pluralista; sin embargo, uno de los aspectos relevantes parece consistir en la necesidad de revalorizar nuestra cultura hispana, mestiza, indígena y negra como ámbitos de crítica constructiva hacia la globalización de carácter occidental. Las posibilidades de transformación, búsqueda de identidad, cambio o reformas políticas, culturales y económicas, están ligadas a la necesidad de responder con claridad desde nuestros “derechos a ser diferentes”, y desde la perspectiva de lo que reconocemos como el potencial de nuestra identidad múltiple – tanto individual, colectiva – abierta hacia diferentes alternativas para ser mejor, pero siendo uno mismo.

Es la heterogeneidad que hará brotar soluciones viables para erradicar la pobreza y fortalecer las democracias en América Latina. La cultura y nuestras identidades, en consecuencia, abren el panorama para mirar lo más hondo de cada país, reconociendo nuestras limitaciones, dilemas de futuro y, simultáneamente, nuestros modos de ser distintos en el mundo.

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