Todavía es arriesgado lanzar las campanas al vuelo, porque la economía española emite mensajes contradictorios y difíciles por tanto de evaluar, pero es verdad que, en conjunto, propician un cierto inicio de la salida del pesimismo. Es cierto, por ejemplo, que este año llevamos dos trimestres consecutivos de crecimiento, aunque también es verdad que con tasas realmente insignificantes, el 0,2% en el segundo trimestre y sólo el 0,1% en el primero. El Gobierno se agarra a estos datos para asegurar que no habrá en este año 2010 ningún trimestre negativo de la economía española, lo que en opinión de los mejores expertos es mucho asegurar. Ya hay motivos para pensar que el crecimiento del tercer trimestre sea menor que el del segundo, e incluso así lo admiten fuentes cercanas a las áreas económicas del propio Gobierno.
Lo cierto es que subsiste la crisis de confianza y el propio Banco de España
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modera la euforia gubernamental al advertir de la necesidad urgente de instrumentar las reformas estructurales anunciadas y los planes de consolidación fiscal comprometidos, hasta el punto de advertir al Gobierno de la posibilidad de tener que instrumentar más medidas fiscales restrictivas si se vieran en peligro los objetivos presupuestarios. Para el Banco de España, el retroceso de la demanda nacional se atenuó notablemente en el segundo trimestre, con un descenso interanual del 0,8%, como consecuencia, sobre todo, del repunte del consumo privado. De hecho, el gasto en consumo de los hogares mantuvo la tónica de recuperación de los meses previos, estimándose una tasa del 1,5% en términos interanuales.
Es cierto que crece la adquisición de bienes de consumo duradero, pero el consumo podría atenuar su ritmo de avance como consecuencia del menor crecimiento de las rentas salariales. Incluso la evolución del consumo podría verse condicionada por el alza de impuestos indirectos al inicio del tercer trimestre, sin que ello impida que, en un horizonte más amplio, continúe su recuperación. Advierte asimismo el Banco de España que el restablecimiento de la confianza y un panorama menos incierto sobre las perspectivas del mercado laboral, al hilo de la reforma laboral en marcha, serían ingredientes fundamentales para una recuperación sostenida del consumo.
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