Suspenso en septiembre

Este lunes las aulas volverán a estar llenas, a falta sólo de que los universitarios se incorporen a sus clases. Dicen que tenemos más estudiantes que nunca, en parte por la llegada de emigrantes cuyos hijos también se incorporan a todos los niveles educativos. Es bueno que haya muchos estudiantes; sería mejor que muchos de ellos estuvieran en las aulas por mejorar su educación y no porque el mercado de trabajo no absorbe a nadie. Las aulas no deben ser nunca un aparcamiento. Tampoco deberíamos bajar cada vez el nivel de los títulos porque si se pusieran umbrales razonables de exigencia no aprobaría ni el 30 por ciento Empieza otro curso sin pacto educativo, sin una reforma que busque la excelencia, con unos niveles educativos bajísimos, con los profesores desmotivados y con las mismas perspectivas de siempre. España está a la cola de la OCDE en recursos educativos y a la cabeza en fracaso escolar. Y sólo la educación, la educación de calidad, puede cambiar el panorama y mejorar la competitividad de España. Para eso habría que cambiar muchas cosas.  

Los datos hablan por si mismos. España invierte sólo un 4,3 por ciento del PIB en educación. Noruega o Suecia invierten por encima de 6,7 por ciento. No es sólo un problema de inversión, pero también. Y después de que en tiempos de bonanza no hayamos mejorado, la tentación ahora, o la necesidad, puede provocar que aún gastemos menos. Aunque cada vez más jóvenes estudian durante más tiempo, tenemos un 35 por ciento de fracaso escolar, 4 puntos más que Italia, 10 más que Grecia y 12 más que el Reino Unido. Deberíamos reflexionar sobre eso.

    Hemos mejorado levemente en el número de alumnos que cursan Formación Profesional –y en el acceso de los mejores de la FP a la Universidad- pero España está muy lejos de Europa en titulados medios. Ya he dicho muchas veces que tenemos tres universitarios por cada estudiante de FP y que las cifras deberían ser las contrarias, porque estamos formando a universitarios para ocupar empleos de FP –en el mejor de los casos- pero eso supone no disponer de los técnicos de grado medio que necesitan las empresas, tirar una inversión muy cara, y multiplicar el número de los insatisfechos. 

    Eso, por abajo. Por arriba es peor. La selectividad es un coladero inútil. Aprueban todos. Y las Universidades en las que los alumnos apenas pagan un 20 por ciento de lo que cuesta su enseñanza, son un desastre. Un país como el nuestro no tiene ninguna Universidad entre las 200 mejores del mundo de acuerdo con el ranking que se hace Sanghai. En otro, el QS, la de Barcelona es la 148 y la Autónoma de Barcelona, la 173. Luego hay que bajar hasta la 213, 269 y 336 para encontrar a la Autónoma de Madrid, la Complutense y la Pompeu Fabra. Esto sí que es un gran problema. O cambiamos la educación o no cambiaremos el rumbo del país.

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