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Veinte años en la Unión Europea. Por una nueva pasión

Veinte años en la Unión Europea. Por una nueva pasión

miércoles 29 de noviembre de 2006, 22:05h

Recientemente se han celebrado en Madrid unas Jornadas del Parlamento Europeo,  para llevar a cabo una reflexión acerca de lo que han significado los veinte años de formar parte de la UE, y sobre los retos que debe afrontar la Unión en  los próximos tiempos.

Más allá de los planteamientos políticos particulares o de partido, incluso acerca de la organización interna del Estado español y de la representación de las entidades sub-estatales en los procesos de toma de decisión de las instituciones europeas, consideramos que es útil, (al hilo de las opiniones manifestadas en el foro celebrado  en Madrid), reflexionar sobre  algunas cuestiones que nos deben preocupar como europeos.

Europa presenta un balance positivo en lo político, en lo económico y en lo social, aunque no sin fundamento alguien acuñó que “Europa es una liebre en lo económico, una tortuga en lo político y un cangrejo en lo social”. La UE es la primera potencia económica y comercial del planeta -aunque en términos de innovación le cuesta arrancar-, pero no acaba de redondear sus logros en materia de cohesión social ni  ser una sola voz en cuanto a política exterior se refiere.

A pesar de ello e  incluso en esta etapa en que la liebre económica está pasando por un proceso de constipado que ha mermado sensiblemente su capacidad de carrera, hay que seguir trabajando y debemos concentrarnos en la solución de los nuevos retos del futuro, y muy particularmente los que se refieren a la seguridad, a la política exterior,  a la energía y los aspectos medioambientales.

Incluso quienes, por una razón o por otra, hayan sido críticos con la Constitución Europea, deben  reconocer que se debe priorizar un nuevo esfuerzo para conseguir un Tratado Constitucional que cuente con el respaldo de todos los  estados: un documento que contenga, como mínimo, una carta de valores, objetivos y principios de actuación que constituyan un cierto núcleo, aquello que señalamos como el centro de nuestra condición de europeos. Un núcleo que puede coexistir con otros instrumentos, como las cooperaciones reforzadas, que algunos Estados elijan para llevar más allá esos objetivos. Estamos convencidos de que se pueden conseguir muchos avances, y en ese contexto probablemente a ningún estado miembro le gustaría que se le pudiera tildar de estado de segunda división europea.

Y es que será, en teoría, más fácil llegar, por ejemplo, a una política común de inmigración si partimos de una Europa reforzada por una Constitución. Una política común que debe partir del reconocimiento de que parte del problema de la inmigración tiene relación directa – y, como se acaba de reconocer en España, benéfica- con el déficit demográfico de la UE, una política que debe afrontar de una manera más activa la cooperación con los países africanos.

La crisis institucional surgida después de los referenda en Francia y Países Bajos con resultados contrarios a la Constitución Europea, ha evidenciado un hecho que aunque probablemente ya existía, nadie había tomado como suficientemente importante: la lejanía entre las instituciones de la UE y la ciudadanía.

Es  necesario, pues, enderezar el camino del acercamiento de las instituciones europeas en general, y del Parlamento Europeo en particular, a la ciudadanía, con especial acento en los jóvenes. Es recurrente, pero no resuelto, el problema de comunicación  de las instituciones europeas, pero es verdad, también, que la comunicación eficaz, como bien saben los expertos, no depende solamente de los aspectos racionales, sino muy especialmente de los emocionales. Y en estos días, en Madrid, hemos estado de acuerdo, entre otras cosas, en que la actual Comisión Europea no transmite emociones. Pero habrá que preguntarse si los gobiernos europeos y sus gobernantes están por la labor de liderar con convicción y sentido de futuro un nuevo intento de avance de la Unión. Asimismo, ayudaría en gran manera que las instituciones tuvieran al frente  personas menos grises, que cambien la percepción actual, y que vuelvan a ilusionar a los europeos como lo hicieron los grandes líderes de hace unas décadas. Esta dialéctica perversa entre estados y la UE, con las reticencias a la cesión de soberanía, la visión cortoplacista contaminada por los problemas domésticos de cada estado, a menudo utilizando a la UE como cabeza de turco, no deja avanzar el proceso político común europeo, y mucho menos permite que tengamos al frente de la Comisión Europea primeras espadas que contribuyan a ilusionar a la ciudadanía europea.

La UE es, afortunadamente, alguien en este mundo multipolar, de economía globalizada y en el que poner barreras al monte, en este tiempo de nuevas tecnologías, está absolutamente fuera de lugar. Podemos y debemos influir, desde la fortaleza institucional europea, en los procesos de paz, en las relaciones norte-sur, en la extensión de los derechos humanos, en las relaciones con los Estados Unidos que eviten nuevos fracasos colectivos como el de Irak, o en la construcción de nuevas relaciones con Rusia, que pretende volver a ser un polo de hegemonía económica y política en el extremo de Europa y su vertiente asiática

Se impone retomar el rumbo de navegación perdido decididamente, y urgentemente, y dar un nuevo y audaz impulso al proceso de construcción europea para dotarnos no sólo  de los mecanismos de toma de decisión más operativos, sino también de la voluntad política que permita jugar con efectividad en este escenario multipolar en que algunos están destacando especialmente (China, India,..).

Todas las instituciones europeas deben asumir este compromiso. El Parlamento Europeo ha trabajado y trabajará en todas estas cuestiones sin olvidar que es la única institución europea elegida directamente por los ciudadanos y ciudadanas de Europa. Y va siendo hora de que no solamente  el gobierno español, sino los gobiernos autónomos y las diferentes cámaras legislativas pongan los temas europeos en su agenda y entre todos impulsemos un proceso constitucional europeo que nos permitan afrontar los retos del futuro.

Han sido veinte años positivos, pero debemos mirar hacia delante con decisión, y, si es posible, con pasión.

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* Joan Colom es ex Vicepresidente del Parlamento Europeo
* Gorka Knörr es ex Diputado del Parlamento Europeo               
* Anna Terrón es Secretaria General del Patronat Català Pro Europa y Delegada del Govern en Bruselas

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