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Camino del Rocío (5)

La Procesión de la Virgen

La Procesión de la Virgen

lunes 28 de mayo de 2007, 15:30h
Esperaste todo un año por recibirla en tu casa en mañana de este lunes en el que llega en sus andas repartiendo bendiciones a todos los que la aman, regalando su sonrisa mientras el niño que abraza cambia penas y tristezas por alegría y esperanza.
En un abrazo de ensueño se terminó tu Rosario y te volviste otra vez a tu casa caminando, sintiendo el alma feliz, contemplando un Simpecado que no has de perder de vista porque ya está preparado para presidir gozoso, en su lugar bien plantado, la mejor hora del día, el gran momento del año de verla venir a ti, a tu Hermandad, en su paso, mecida por la marea de una gente que ha hecho manto para que no llegue el polvo a ese hijo tan amado que te mira sonriente reposando entre sus brazos.
 
La ves venir a lo lejos, y te parece muy cerca, aunque el tiempo se hace largo y de repente tú piensas que otra vez se está alejando llevada por la marea. Y otra vez se viene a ti, y otra vez de ti se aleja, mientras se funde su imagen en terciopelo de seda y con el alma del pueblo en su Simpecado queda.
      
Si ha sido duro el camino, más dura se hace esta espera, que son minutos eternos hasta que Ella está más cerca, hasta que llega flotando sobre un bosque de cabezas, hasta que sientes que gritas sin apenas darte cuenta al verla llegar aquí, donde escondida estuviera, al verla venir de frente y sentirla ya muy cerca.
 
Viene hasta ti entre la gente, ya está cada vez más cerca, aunque de pronto parece que otra vez de ti se aleja; ya en tu rojo Simpecado su semblante se refleja, y en el alma de esa insignia con el romero se encuentra. Ya se va a acabar por fin la que fue tremenda espera, con horas tan largas siempre aunque fue alegre la senda.
 
Ya se te viene flotando sobre un bos¬que de cabezas, y los gritos y los rezos hasta muy dentro te entran; ya llega al eucaliptal donde escondida estuviera, esperando que al rescate aquel cazador viniera. Y ahora ya viene de fren¬te, está cada vez más cerca; mecida entre tantos brazos, ahora ya no se te aleja.
 
Y tú que la ves venir, no quisieras que se vaya.
Quisieras tenerla siempre bien guardada allí en tu casa.
Se paró ante el Simpecado al terminar la mañana
y tú te has ido empujando por llegar bajo sus andas
por estar aún más cerca, quien sabe si por robarla,
que la quieres demasiado para dejar que se vaya.
Te desesperas e intentas que hasta el tiempo se parara,
que no pase este momento, que nunca llegue mañana,
que se quede para siempre allí mismo, ante tu cara.
Pero se viene, y se va, volando sobre sus andas;
y no se detiene el tiempo, que es lo que más desearas,
mientras rezas en silencio o le gritas "no te vayas",
y las campanas repican, y hay lágrimas en tu cara,
y no te sale la voz, porque esta vez, al mirarla,
te pareció que a su vez Ella también te miraba,
y la Luz que hay en sus ojos se te quedó tan clavada,
se adentró tanto en tu pecho su mensaje de Esperanza,
que apenas si resonaron tus temblorosas palabras:
"¡Madre Mía del Rocío, Madre Mía de mi alma!".
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