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Mujeres a flor de piel

miércoles 30 de mayo de 2007, 09:13h

Acaban de pasar las elecciones y, por primera vez, las listas han sido paritarias. Tengo que decir, para que no haya equívocos, que estoy en contra de la paridad y a favor del mérito. Y que, si fuera por eso, yo habría llevado más mujeres en las listas y no hubiera prohibido la lista sólo de mujeres que se presentó en un pueblo canario. A partir de ahí, la paridad es sólo una fachada, algo vendible, algo que utilizar demasiadas veces de forma demagógica. Dice el arquitecto Oscar Tusquets que “los arquitectos sólo proyectan fachadas porque ahora lo único que interesa es la piel”. No sólo en la arquitectura, en casi todo. Pero en política, salvo Esperanza Aguirre y media docena de excelentes mujeres alcaldesas, los números 1 en las comunidades autónomas y en las grandes alcaldías siguen siendo hombres. Así que la paridad se interpreta de aquella manera.

Ayer asistí a un coloquio organizado por Fax Press sobre la igualdad de la mujer. La mayoría del público asistente eran mujeres, aunque había hombres. Debería ser al revés. Allí había presidentas y consejeras delegadas de empresas privadas, de organizaciones patronales, abogadas de prestigio, periodistas, como la propia moderadora Pilar Cernuda. Gente de primera. Nadie les ha regalado nada. Lo han conseguido con esfuerzo, a veces con dificultades, pero creo que la mayoría estaban de acuerdo en que no habían tenido más dificultades que los hombres para acceder a puestos de máxima responsabilidad. Las eligen porque son buenas, las mejores. Y las que llegan, además, han tenido que compatibilizar la exigente dedicación al trabajo con la no menos exigente de la familia, y hasta con la necesidad de ser atractivas las 24 horas del día. Pero se han casado, han sido madres y han conquistado importantes cotas de poder. En Madrid, de 23.000 puestos directivos, sólo 3.000 están ocupados por mujeres, pero más pronto que tarde, las mujeres ocuparán, más del 50 por ciento de los puestos. Es cuestión de tiempo. Los empresarios acaban buscando talento y ni éste ni el dinero tienen género.

El problema más importante está abajo, en la base, donde sigue habiendo empresarios que explotan a las mujeres y les pagan sueldos menores y donde es casi imposible conciliar vida laboral y familiar. Y también en las propias mujeres: en el reparto de la carga de trabajo familiar con el hombre y en la educación de los hijos en la igualdad, en casa y en la escuela. Una de las mujeres allí presentes, decía que “los hijos no son del todo hijos de los dos. Él les puede llevar al médico, pero seguro que es ella la que le dice que el niño tiene anginas y que hay que ir con él al centro de salud”. Pero no todo es culpa del hombre. Hay muchas mujeres que no están por el cambio, sino por seguir en la dependencia. También hay que cambiar esa mentalidad.

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