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Y encima sin el Mundial

Y encima sin el Mundial

jueves 02 de diciembre de 2010, 16:53h
Trichet, el presidente del Banco Central Europeo dice no a comprar deuda pública de los países con problemas y los suspiros de esperanza se convierten en temblores de miedo. Todo está cogido con alfileres. Los ministros se esconden para no hablar de Wikileaks y miran cada día los periódicos esperando algo peor. El presidente sorprende a propios y extraños proponiendo nuevas medidas económicas y, al mismo tiempo, los mayores recortes sociales de la democracia. El Senado veta los Presupuestos. El paro sigue creciendo. Los empleados de AENA y los loteros anuncian huelga por Navidad. El IBEX sube después de estar hundido. Y nos han quitado el Mundial de Fútbol de 2018 para dárselo a Rusia. Y nada, no hay protestas ni revoluciones en las calles, los universitarios se van de botellón y pasan de todo… ¿Alguien sabe lo que pasa, por qué pasa lo que pasa y qué puede pasar?

Hace unos meses el economista y catedrático Santiago Niño Becerra, que publicó El crackc de 2010, cuando nadie atisbaba la crisis, dice que a medio plazo lo único que hay que hacer es sobrevivir. Zapatero le ha leído, seguro. “Hemos estado viviendo en un crucero fabuloso y ahora, de golpe, es un bote de remos”, añadía, y lo que viene –otra vez acertó- es “recortes de derechos, más regulación, menos libertad, menos igualdad”. ¿De quién es la culpa? Niño Becerra dice que de nadie y de todos y  que “nadie va a tomar el Palacio de invierno”. Así es. En Francia, en Inglaterra, en Italia, los jóvenes han salido a la calle. Aquí, los sindicatos lo han hecho tímidamente, los jóvenes ni están ni se les espera y los cuatro millones de parados guardan silencio.

Estamos llenos de contradicciones. Un irónico y avispado lector de periódicos escribía hace poco una carta al director diciendo que “subir o bajar impuestos, subir la luz  las familias y a las pymes, estar de acuerdo en expulsar a los gitanos, rebajar el salario a los funcionarios, congelar las pensiones, elevar la edad de jubilación, someterse a la dictadura de los mercados, permitir los abusos de la banca, etc…no es de derechas ni de izquierdas”. Y se preguntaba: ¿”Pero en qué demonios consiste ser de izquierdas?”. Pues eso. Joaquín Almunia navega entre dos aguas porque sus palabras pesan en los mercados. José Borrell tiene más libertad y puede decir que “las condiciones laborales de los jóvenes son una vuelta al siglo XXI”. Las de los jóvenes y, si no lo remedia alguien, las de todos los ciudadanos. Tal vez tendríamos que ser estratosféricamente optimistas, como Zapatero, pero tenemos que conformarnos son sobrevivir.  Y sin el Mundial.

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