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La crisis y las Autonomías

jueves 16 de diciembre de 2010, 08:08h
Hay unanimidad entre los analistas en la afirmación de que la carga del Estado de las Autonomías resulta insoportable para las arcas públicas españolas, y en especial porque esa estructura territorial está siendo la fuente de desmadres económicos, de gastos innecesarios, de toda una cadena de duplicidad y de mala administración. Ayer mismo, la agencia de calificación “Moodys” ha llamado la atención sobre la incapacidad de las autonomías para reducir el déficit, y la vicepresidenta Elena Salgado no ha tenido otra reacción que la de simular sorpresa, llamar a las autonomías y pedirles datos sobre su situación fiscal. Como si la señora Salgado no supiese lo que está ocurriendo, y quisiese dar la impresión de que se quiere actuar con dureza y con rigor, cuando las pobres y sangrantes cuentas de las comunidades están sobre su mesa, y actualizadas a cada instante.
    
Cuando, en plena transición, se planteó la España de las autonomías, operación liderada por las mal llamadas “comunidades históricas”  (¿acaso Euzkadi o Cataluña son más históricas que Castilla y León o que Aragón?), el presidente Suárez, que tenía que improvisar una España democrática, optó por el “café para todos”, y promovió diecisiete Españas dentro del marco común del Estado y de la Constitución. Aquella ocurrencia, jaleada por los políticos de la época porque nadie quería que su pueblo fuese menos que el vecino, trajo malas consecuencias. El “café para todos” resultó carísimo, entre otras razones porque de la idea inicial de acercar la administración a la sociedad y de fomentar los valores culturales y sociales autóctonos, se pasó a una multiplicación de los gastos superfluos, de los cargos a dedo, de los asesores, de las rivalidades aldeanas, de las televisiones y hasta de las embajadas en el extranjero.
   
Lo que dice la agencia “Moodys”, en la misma onda que otros organismos internacionales que opinan desde la neutralidad, es muy duro, por mucho que los implicados en el reparto de la tarta no se quieran enterar, porque no les conviene. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién se atreve a replantear, 35 años después de la muerte de Franco, el Estado de las Autonomías?  En el Estado de las Autonomías se han multiplicado facturas, coches oficiales, asesores, pompas, vanidades y otros gastos inútiles. Y España, con cuatro millones y medio de parados, con las pensiones en el aire, y probablemente muy pronto con la electricidad más cara de Europa, no está para bromas. Pero  -insistimos-  no parece que Zapatero ni Rajoy estén dispuestos a ponerle el cascabel al gato, aunque, si nadie lo evita, la necesidad y la pobreza terminarán por gobernar en el planeta de los simios manirrotos.


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