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Mujer de Nobel

Mujer de Nobel

domingo 02 de enero de 2011, 13:03h
Detrás de un gran hombre hay (casi) siempre una gran mujer... sorprendida. Y, además, discreta, sacrificada voluntaria o por efecto del ego del "gran hombre", dedicada a todo lo que él no quiere o no puede hacer, siempre dispuesta, mediadora en los problemas, gerente de todo, siempre en segundo plano... Algunos piensan que quien se merece los premios no es el triunfador, sino su compañera porque sin ellas muchos no hubieran llegado nunca al triunfo. Sucede menos al revés, tal vez porque, lamentablemente, hay menos "grandes" mujeres o porque la mayor parte de las grandes mujeres siguen llevando el peso del hogar, de los hijos, de todo... Merece una reflexión ese distinto comportamiento.

No son fáciles de olvidar, y además merece la pena el recuerdo de las palabras del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa dirigidas a su mujer tras recibir el premio: "hace todo y lo hace bien. Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino. Es tan generosa que hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario para lo único que sirves es para escribir". No siempre es igual. La segunda mujer del último Premio Nobel español, Camilo José Cela, ha hecho unas declaraciones a la revista Vanity Fair en las que desvela algunas de las cosas que va a contar en su próximo libro sobre su vida con el escritor y en lugar de ser fiel a lo que fue Cela, un extraordinario escritor, lo deja a los pies de los caballos. Podría parecer que busca ensalzarlo pero lo que queda, haciendo la caricatura, es que Cela es lo que es gracias a ella. A punto de cumplirse nueve años de su muerte, el próximo 17 de enero, Marina Castaño cuenta que Cela sólo leía lo que ella le aconsejaba. "Le decía: mira, léete esto, o esto otro, porque yo lo he leído y merece la pena. Si no, ni se molestaba en ver lo que llegaba a su casa". "Le recomensaba ensayos, yo siempre he sido muy de ensayos...". "Yo era su guía y él confiaba en mi criterio. Me consultaba cosas. ¿te parece bien esto así o mejor de otra manera. ¿Cómo lo expresarías tú?".

Y más, aún más revelador: "Yo le enseñé a mi marido a decir te quiero. No lo había dicho en la vida. No se había enamorado nunca", dice Marina con un absoluto desprecio a otra mujer, Rosario Conde, que durante muchos años vivió para Cela, con Cela y por Cela, y a su hijo. Podría alguien pensar que Cela no tuvo antes amigos ni familia hasta que llegó "ella". Pero no es verdad. Camilo fue un gran amigo de sus amigos, un hombre generoso incluso con los más jóvenes escritores, que abrió las puertas de su casa, de la suya y de Rosario en Palma de Mallorca o en Torres Blancas en Madrid a todo el mundo, que desde muy joven fue guardando cartas, recuerdos, testimonios, historias que luego han conformado la Fundación que hoy corre peligro de supervivencia. Sin Rosario Conde y su larga historia juntos, no existe medio cela, tal vez el más grande."Cuando hablaba en público, sólo con mirarme sabía si lo que estaba haciendo iba en línea con lo que debía hacer: yo le daba la pauta y él ya seguía", dice Marina. ¿Cela un pelele en manos de su segunda mujer? Lo siento por el gran Cela. A veces el silencio no tiene precio. Pobre gran hombre en manos de una pequeña mujer.
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