La manifestación y las víctimas

Como saben, miles de personas se manifestaron  el pasado sábado por las calles de Bilbao exigiendo al Gobierno el acercamiento de los presos etarras a Euzkadi. Y lo que para algunos ingenuos tenía el carácter de una exigencia humanitaria (por discutible que sea) terminó en un acto de enaltecimiento de los criminales y, por tanto, en una escena de desprecio y de humillación para las víctimas del terrorismo y para sus familiares.

Ojalá que este año 2011, nacido entre tantas incertidumbres, traiga debajo del brazo ese pan bendito que es el final de ETA, el adiós definitivo a las armas y a los chantajes, el archivo en la historia más negra de medio siglo de infamia. Y este objetivo  pasa por situar con rotundidad y sin vacilación la compasión y el respeto a las víctimas por encima de las inquietudes y las aspiraciones de los padres o las madres o los hermanos de los asesinos que cumplen condena. En la manifestación de Bilbao se aludió a “prisiones de exterminio”, a “presos políticos”, a la necesidad de “vaciar las cárceles” y a otras expresiones que, más que pura demagogia, son injusticia y provocación en estado puro.

Los manifestantes de Bilbao tenían que haber comenzado por pedir perdón a las víctimas y a sus familiares. Sólo tras ese planteamiento, primero y principal, estarían legitimados para proponer pacíficamente que los presos fuesen trasladados a Euzkadi a cumplir la totalidad de sus condenas, sin trampas ni privilegios. Pero no fue así: en el río revuelto de la manifestación quedó muy claro que se trataba de una provocación, con absoluto desprecio al dolor de miles de familias. “Odia el delito y compadece al delincuente”, dice la vieja sentencia. Pero, en este caso, se ha ensalzado el delito y se ha intentado medir por el mismo rasero a los asesinos y a sus víctimas. Es algo intolerable en una sociedad que, por no tener el corazón de piedra, asiste, atónita y humillada, a esta nueva ceremonia de la confusión.



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