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La semana en la que todo empezó a cambiar... ¿hacia dónde?

sábado 05 de febrero de 2011, 10:37h
De acuerdo: estamos, aún, en el momento de contar los hechos, más que en el de analizarlos. Pero sería bastante miope no percibir que, a cuenta de lo que está ocurriendo en el norte de Africa, el papel de gendarme mundial de los Estados Unidos está modificándose. Y resultaría muy superficial no constatar que los ‘motores’ de la Unión Europea han decidido, en cambio, redefinir el estado de cosas en la vieja Europa, conscientes de que así ya no se puede seguir. Yo diría, así, que concluye una semana en la que todo decidió empezar a cambiar. Lo único es que nadie parece saber exactamente hacia dónde.

De manera que estábamos aquí, en España, anudados al debate acerca de si la señora Merkel venía a echarnos la regañina acerca de los deberes que nos quedan por cumplir o a felicitarnos por los ya hechos, cuando, en realidad, en lo que la potente canciller alemana anda es en cambiar las estructuras sobre las que, mal o bien, se ha venido asentando la UE. Que, nos guste o no, hay que tomarse en serio el nuevo papel del euro y hay que caminar hacia una armonización fiscal de todos los países que comparten la moneda europea…y de los que no la comparten también, vamos. Y que eso lo van a hacer Francia y Alemania y a los demás nos toca jugar un papel periférico.

Europa tiene andares de paquidermo en política exterior -bien que lo ha demostrado con los estallidos en las casi vecinas Túnez y Egipto- y síntomas de elefante en cacharrería cuando aborda una economía común. Ignoro si la sintonía entre Merkel y Sarkozy es tan buena como dicen, pero parecen querer acabar al menos con la segunda anomalía, ya que nada dicen de la primera. No hay reacciones perceptibles ante las singularidades de la ‘era Obama’, ni decisiones de liderazgo ante las revueltas en El Cairo, detenciones de periodistas occidentales incluidas. Nada. Pero la economía manda, y el desorden monetario internacional hace imposible mantener diecisiete comportamientos económicos diferentes bajo una falsa envoltura de unidad.

Así, viendo el deambulante caminar europeo, creo que no se puede culpar con excesivo rigor al Gobierno español por parecer -que lo parece- ciego, mudo y sordo ante el clamor de cambio en el mundo. Simplemente, si faltan analistas para el diagnóstico certero de lo que ocurre en el interior, donde no pocas mudanzas nos llegan por la fuerza de los hechos, ¿cómo esperar grandes obras de pensamiento ante el huracán que agita el sistema en el que el mundo se sustentaba hasta la tardía fecha de 2010?

Confiemos, en fin, en que al menos seamos capaces de barrer el suelo casero. Donde, desde el fin de un cierto ‘statu quo’ económico hasta los cambios en el funcionamiento autonómico, pasando por un nuevo esquema en la lucha antiterrorista, son muchos los temas que se agitan y reclaman soluciones, grandes ideas y no menos grandes pactos. Siempre quiero ser optimista y pensar que nuestros representantes ya están en ello. Pero ¿están, estamos, en ello?



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