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El ejemplo portugués

El ejemplo portugués

lunes 14 de marzo de 2011, 10:39h
Ayer, en once ciudades ciudades portuguesas, centenares de miles de jóvenes han salido a la calle convocados por el movimiento Generaçao a rasca (“generación en apuros”) que no responde a consignas partidistas o sindicales. Era el pacífico clamor de toda una generación de portugueses sin trabajo o en unas condiciones laborales lamentables, que proclamaban que formaban parte de” la generación con mejor educación de la historia del país” y que, sin embargo, estaban condenados al paro o a los abusos del mercado laboral. Ocurrió en Lisboa, ocurrió en Oporto, y en otras muchas ciudades de la hermana Portugal. Y el manifiesto, al que se unieron miles de padres y de abuelos de los jóvenes lusitanos, comenzaba así: “Nosotros, parados, quinientos-euristas y otros mal pagados, esclavos disfrazados, subcontratados, trabajadores temporales, falsos trabajadores autónomos, trabajadores discontinuos, becarios, trabajadores-estudiantes, madres, padres de hijos de Portugal”. Para muchos cronistas, la protesta portuguesa de ayer, pacífica y rotunda, recordaba los días de la “revolución de los claveles”, que terminó con la dictadura y trajo la democracia a Portugal, en aquellos tiempos del “Grándola, vila morena”, y cuando los ciudadanos de a pie ponían flores en los fusiles de los soldados. Y en las pancartas de los manifestantes se podía leer “la crisis es su excusa”, “este no es un país para jóvenes”, “políticos gordos, gente delgada”. “por un futuro digno de estabilidad y seguridad”. Nuestros vecinos de la península ibérica, nuestros hermanos lusitanos, están dando una lección, y lo han hecho  -y lo seguirán haciendo, puesto que la protesta no ha hecho más que comenzar-  de un modo pacífico, educado, sereno, pero también con un clamor fuerte y rotundo. Quizá esos movimientos no sean literalmente importables o imitables, pero sin duda son contagiosos. Porque llama la atención que, en la España con la mayor tasa de paro de Europa, y donde ser joven parece una maldición social, se haya impuesto el silencio de los corderos… Y este “correo sin respuesta” no es un púlpito para convocar a bravuconadas ni a desmadres, pero sí es un lugar para llamar a la reflexión sobre el ejemplo portugués de coraje y dignidad. Sencillamente eso: miremos a las calles de once ciudades portuguesas, ayer, a las riadas de gentes doloridas, y pensemos que algo grave ocurre en España cuando la injusticia no produce más que sueño; cuando las espuelas de la desigualdad nos llevan al hastío; cuando los jóvenes sin horizontes están renunciando a la sagrada obligación de rebelarse.
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