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El 'No a la guerra' y Julio Cesar

El 'No a la guerra' y Julio Cesar

martes 22 de marzo de 2011, 21:24h
Lamentablemente ahora el grito de “!No a la guerra!” solo  te sirve para que te echen con cajas destempladas de la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados. Y el cartelito que sacó a millones de personas a las calles de toda España, durante meses solo, sirve para hacer de pin en la solapa de Gaspar Llamazares cuando ocupa la tribuna de oradores. Me gusta el discurso pacifista de la izquierda porque por mucha resolución de Naciones Unidas que se apruebe nunca será mejor para un ciudadano libio morir bajo el fuego bendito de los aviones o los misiles de la coalición internacional  que destrozado por los tiros dictatoriales de Gadafi. No debemos admitir daños colaterales cuando se trata de la vida de un ser humano. Tampoco es de recibo la hipocresía. ¿Por qué en Libia sí y en Bahrein no? ¿Cuál es la razón que hace de  urgente necesidad imponer a sangre y fuego la resolución 1973 de la ONU cuando todos  han mirado para otro lado cada vez que Israel incumple, una tras otra, todas las resoluciones que debieran impedirle sus actuaciones bélicas sobre Palestina? Más chusca es aún la visión de los aviones de David Cameron o Nicolás Sarkozy, despegando de las bases militares de Berlusconi, para inutilizar las defensas y las armas que los libios compraron con generosidad a Inglaterra, Francia e Italia. Por no decir de los misiles lanzados desde los barcos de la navy de Barak Obama contra los soldados libios que fueron eficazmente adiestrados por el ejército norteamericano. Y da cierto asco invocar a los intereses nacionales como han hecho todos los gobiernos de España, el último el de Zapatero, para pasar por alto las acometidas dictatoriales de Mohamed VI, por ejemplo,  contra los saharauis. Y es que no, no todos los dictadores son iguales para la comunidad internacional. A unos se les permite todo, ya sea por interés nacional o geoestratégico. Otros caen más en desgracia. Todo, absolutamente todo eso es cierto. Y es verdad que otro mundo, otras relaciones internacionales son posibles. Pero, ¿cómo hacerlo, cómo hacerlas posibles? La humanidad nunca se hubiera librado de un genocida como Slovodan Milosevic si no hubiera sido por la intervención internacional. Y es de temer que a Muamar el Gadafi no se le despega ni con agua caliente de su tarea de masacrar al pueblo libio.  Solo parece posible acabar con el nuevo genocida con la acción armada y contundente de una coalición internacional. Eso sí cumpliendo rigurosamente la legalidad internacional y obviando las ansias de protagonismo internacional de algún individuo como José María Aznar o las ensoñaciones de prepotencia  belicista y las mentiras de George Bush. Porque, lo siento, Gaspar Llamazares, es que no hay diplomacia que pueda con los dictadores sanguinarios. Franco murió en su cama y el líder libio llevaba todas las trazas de acabar sus días en sus lujosas jaimas de cualquier parte del mundo, rodeado de riquezas sin cuento, después de haber acabado, uno tras otro y sin contestación alguna, con todas las generaciones de libios que osaran cuestionar su liderazgo. Seguiré dispuesto toda mi vida a salir a la calle tras la pancarta del “!No a la guerra!”; criticaré hasta el agotamiento la hipocresía de discriminar entre dictadores buenos y dictadores malos, útiles o inútiles para los intereses geoestratégicos o las necesidades económicas de cada país; estaré dispuesto siempre a coger por las solapas a cualquiera que justifique muertes inocentes como “daños colaterales”; me asqueará toda la vida que miles de puestos de trabajo dependan en nuestro país y en todas las partes del mundo de vender armas a los dictadores… Pero para achicharrar a algún que otro dictador, mientras los ciudadanos dominados no se deshagan de ellos, habrá que compaginar el “!No a la guerra!” con aquello de que “si vis pacem para bellum” (“si quieres la paz, prepara la guerra”), que no es de Julio César, en contra de lo que se le había atribuido, pero que sigue siendo una fórmula de discernir y aún de evitar algunos conflictos ya desde los tiempos de los romanos. Y de momento no se nos ha ocurrido nada mucho mejor…
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