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Contra una decepción transversal

Contra una decepción transversal

sábado 30 de abril de 2011, 10:19h
La decepción cívica empieza a ser transversal: mayores y jóvenes, gentes de ideas de izquierdas y de ideas de derechas, todos coinciden en sentirse y manifestarse decepcionados por la actual etapa política, sobre todo, por la carencia sorprendente de iniciativas atractivas y razonables, lo mismo desde la izquierda que desde la derecha. En España, los jóvenes insatisfechos están empezando a acudir a las posibilidades de protesta que ofrecen las nuevas tecnologías y algunos de ellos, más expertos en las técnicas informáticas, están decididos a utilizar sus posibilidades y el acceso casi universal que permiten para iniciar un movimiento de protesta en Internet, no contra las izquierdas ahora gobernantes, ni contra las derechas que aspiran a ganar las ya cercanas elecciones, sino contra la ausencia, por parte de todos, de ofertas y propuestas que puedan ilusionar, cohesionar y movilizar a la sociedad. Lo que parece que va a empezar en breve como un conjunto de iniciativas audaces e imaginativas en el ámbito de las nuevas tecnologías de la comunicación, podría alcanzar mucha visibilidad y dimensiones sociales notables que sería poco prudente menospreciar. Y es que, ciertamente, la pobreza de los planteamientos de los partidos, que demuestran una y otra vez no estar a la altura de las importantes exigencias de la hora actual, puede llegar a provocar una respuesta social profunda y con gran capacidad de penetración en amplios sectores de la opinión pública. Podría incluso traducirse en un gran crecimiento de la abstención, con lo que ello tendría de profundamente descalificador para el conjunto de la clase política. Esas iniciativas de los jóvenes universitarios descontentos, algunas ya en fase muy avanzada, cobrarán pronto amplia visibilidad ante la opinión pública y será interesante analizar el eco que obtengan, tan cercanas como se anuncian a los valores centrales de nuestra universalmente admirada transición, es decir, profundamente transversales y superadoras del cicatero conflicto de intereses personalistas y prejuicios doctrinales entre izquierdas y derechas.  No es serio, sencillamente no es serio, y así lo ven y denuncian los jóvenes, especialmente los más preparados, esto es, los universitarios, que, en medio de las terribles y crecientes turbulencias de la crisis económica, los políticos de nuestro país permanezcan anclados en viejas propagandas ideológicas, que es tanto como decir, en la obsesión por el poder y sus ventajas, mientras el país se deteriora social y económicamente. De manera que los jóvenes airados “contra esto y aquello”, por utilizar una antigua y expresiva fórmula, pudieran realmente aguijonear y llegar a despertar los resortes, muy extensos y transversales, de disgusto y decepción que visiblemente han invadido la sociedad española. Y sin embargo, aún es tiempo para recuperar el pulso político y económico de España y volver a las buenas sendas de los años anteriores. Para ello sólo se necesita desalojar de La Moncloa no al PSOE sino personalmente a Rodríguez Zapatero, porque, para salir de la fosa en que este presidente inverosímil nos ha sumido, volverán a ser necesarios los grandes entendimientos y consensos transversales, el diálogo entre economistas socialistas y liberales, y desde luego entre políticos de izquierdas y de derechas. A fin de cuentas, como bien dejaban claro el inolvidable Adolfo Suárez y sus extraordinarios colaboradores de los años de la transición, este país no es, o no debe ser, de izquierdas o de derechas, sino de todos. Y desde luego, puede perfectamente volver a serlo, sólo con que vuelva a tener un político creíble, serio y preparado en La Moncloa. Al final del final, Rodríguez Zapatero no puede ser parte de la solución por que él es personalmente la parte esencial del problema. Así que las ya próximas elecciones municipales y autonómicas son eso, municipales y autonómicas, pero es inevitable que sean mucho más y que tengan lectura en claves de mayor amplitud, en razón a la terrible profundidad de la crisis del país en la fecha en que se celebran. Un resultado que, por su claridad, obligase a acelerar las decisiones políticas que todo el país espera, sería sin duda una gran suerte de esta hora de España. Cada día que se acelere la salida de ZP de La Moncloa –quede claro que la salida que urge es la de ZP y su rara corte de los milagros, no la del PSOE–  tiene extraordinario valor para abrir caminos al inaplazable afrontamiento de la crisis. Es inocultable que los españoles, lo mismo los de izquierdas que los de derechas, por lo tanto, transversalmente, vivimos no sólo la angustia de la crisis fuera de cualquier control por la incapacidad e inacción del Gobierno, sino también una inmensa decepción. Todo esto puede y debiera cambiar. Sería suficiente con que Rodríguez Zapatero saliera de La Moncloa para hacer posible el diseño y concertación de una política de lucha contra la crisis económica, en el marco necesario de los valores recuperados de la transición. Llegados a este punto de hacer de la necesidad, virtud, los excelentes dirigentes que tiene el PSOE debieran asumir que el tiempo para decidir se acaba y que ellos, mejor que nadie, tienen en sus manos la posibilidad de abreviar este calvario político, social y económico. Con casi cualquier dirigente socialista que no fuera Rodríguez Zapatero sería posible recuperar los diálogos transversales, concertar políticas económicas, buscar consensos. Y con diálogo, concertación y consenso, todos los expertos admiten que España estaría en condiciones de enfrentar y vencer la crisis económica. En todo caso, los ciudadanos van a empezar a expresarse en las ya inminentes urnas municipales y autonómicas, pero no debe perderse de vista que, en la hora actual, España, esto es, los españoles, tenemos un gravísimo problema nacional, que consiste en un presidente inverosímil y en un Gobierno que, bajo ese presidente –otra cosa sería con cualquier otro–  no es capaz de liderar una estrategia eficaz contra la crisis económica. No es un problema de izquierdas o de derechas, sino de capacidad, seriedad, rigor y honestidad política, es decir, de todo lo que paradigmáticamente carece el actual inquilino de La Moncloa. No el PSOE –conviene insistir en ello– sino personalmente Rodríguez Zapatero y su rara corte de los milagros.
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