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MODAS INFAMESTV: No todo vale

MODAS INFAMESTV: No todo vale

domingo 08 de mayo de 2011, 19:08h
Uno de los pocos puntos de coincidencia que, en los últimos años, parecen haber  unido a partidos políticos de uno y otro signo, incluidos  populares y socialistas,  ha sido  su  denuncia  pública de los excesos  de la llamada telebasura. El fenómeno, incluso, ha   llegado a  motivar  la repulsa, por un lado,  del presidente Zapatero y, por otro, del expresidente Aznar, en el que  posiblemente sea su único  punto de acuerdo  mostrado públicamente  sobre  algún aspecto   del acontecer sociopolítico, desde que el primero sustituyera al segundo  al frente del gobierno de la nación.  De  la proliferación  de  la telebasura es, en buena parte, responsable la cadena Tele-5, especialmente  tras  la incorporación  de Paolo Basile,  antropólogo  italiano  que,  desde 1999, ejerce como  Consejero Delegado de la  empresa, en sustitución de su compatriota  Mauricio Carlotti.  A Basile  le cabe el dudoso honor  de haber  marcado la pauta, el  ejemplo que, en mayor o menor medida, ha sido  seguido  por  algunas otras  televisiones privadas  que han llenado sus parrillas con programas  a caballo entre el show, el cuadrilátero y las casas  de lenocinio.      Y  supongo  que no es nada casual  que  fuera precisamente un  buen conocedor  de   los mecanismos y  las formas en que las personas viven en sociedad  -la antropología social viene a ser algo así- quien  propiciara  con su gestión  que  Tele 5  haya sido  durante  varios años  de este último decenio  la cadena de mayor audiencia  en España, según  los más importantes gabinetes de estudios  de audiencia de medios. Todo por la audiencia Pero, ¿a costa de qué? La audiencia -debió pensar Basile-, como  los fines, justifica los medios  empleados para conseguirla. No solo los antropólogos, sino también otros  profesionales  relacionados con las Humanidades  como periodistas o   psicólogos, conocen muy bien los resortes   que  mueven  al  individuo,  cuáles son  sus   -llamémosle así- “instintos más  bajos”“  y   a través de qué resortes   encauzarlos.  El trazado, como bien  conocen ellos,  puede discurrir  por  alguna de estas sendas: grosería, insulto, descaro, desvergüenza, vulgaridad, indecencia, blasfemia,  procacidad, deshonestidad, liviandad, picardía, lujuria, erotismo, depravación, escándalo,  licencia, impudicia, escabrosidad, pornografía, sexo, libertinaje, desenfreno, descarrío…  Si  Vd. no lo cree así, voy a  darle  solo una muestra. Hace algunos días, un periódico  digital subrayaba  que  la fórmula de rejuntar a parejas problemáticas de  diversos “reality-shows” está dando  excelentes resultados (supongo que  se refería a la audiencia y, consecuentemente, a los ingresos por publicidad, claro). En pocas palabras, lo que se había montado en el  espacio televisivo vino a  ser  “uno de los mayores escándalos de la temporada”... Con el calificativo, el diario aludía    a  los celos  que  provocaron que X  e Y (chica  y chico)  se pegaran ante las cámaras de 'El reencuentro'. Dos días antes -proseguía  la crónica- “la pareja se había reconciliado y nos regaló momentos eróticos y sexuales muy fuertes, incluida una 'bacanal' de besos con sus compañeros. Ahora, ella quiere recuperar el amor perdido y la madre de   Y se pasea por los programas pidiendo que su ex nuera acuda a terapia psicológica”. La crónica, como ve, es un resumen perfecto  de los mecanismos  que  las  TV  y sus  nuevas estrellas  ponen  en  marcha  para  asegurarse  más y más minutos de  “gloria”…  Creo que voy a guardar el artículo para  mostrárselo  a mi hijo   -hoy adolescente- como modelo de  dignidad y respeto, ya que imagino  que   el momento   estético no   debe de haber  constituido un punto culmen  en la   historia de la realización en la pequeña pantalla    del primer decenio del siglo  XXI. Ahora  en serio, momentos como los descritos  -he leído en otras crónicas, muchos  otros  notablemente más fuertes  que  quiero creer  que  avergonzarían  a cualquier  persona psicológicamente  equilibrada-  son   contenidos que atentan contra  el debido respeto, la veracidad, el derecho a la intimidad, a la integridad moral de las personas y, lo que  aún es más grave,  al buen gusto.  No le faltaba razón  al Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando  González  Urbaneja, cuando    hace unos meses en la   tensa polémica desatada  con el consejero delegado de Tele 5, vino  a decir a éste que   “la medida de la ética no  la da la audiencia”. Afortunadamente,  añadimos nosotros, porque  de otra forma, esa sería la prueba del 9  de que  el declive  moral de esta sociedad  es ya imparable. Aunque, bien mirado, una vez más  tendremos  que  darle  la razón a ese  precursor  de Twitter, a la hora de enunciar  los más  profundos pensamientos  con las  menos palabras posibles. Me refiero  al genial Groucho Marx cuando  vino a decir  que   encontraba la televisión muy educativa: “Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación a leer un libro”. Visto así, lo mismo  no hay mal que por bien no venga…
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