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Engañabobos

miércoles 29 de junio de 2011, 00:03h
Nos vamos a jubilar a los 67 años a cambio de que la Generalitat se quede en propiedad con los hospitales del Estado en Cataluña. Belén Esteban es la precusora del 15M, según el docto criterio del consejero delegado de Tele 5, Paolo Vasile. Media humanidad se dedica a insultar con prehomínida bajeza a Bibiana Aído y la otra media exalta sus virtudes hasta transformarla en una mezcla de Victoria Kent y Margarita Nelken, sin caer en que las dos se opusieron al voto femenino. Dos soldados han muerto en una guerra que ya rechaza Obama y que en España siempre fue presentada como una misión de paz. Los obispos se oponen a la ley de muerte digna por legalizar la eutanasia, pero el Gobierno se opone a regularla y prefiere aplaudir a los doctores Montes. Otegi está en la cárcel por dirigir el mismo partido bendecido, sin embargo, para tener una centena de alcaldes y una Diputación Provincial bajo su manto. Y así se escribe el relato cotidiano, una simbiosis de vergüenzas, cambalaches, insensateces y un contumaz deseo colectivo de hacer lo contrario a lo debido y explicarlo luego de la peor manera imaginable. La solución empieza por cuidar un poco las formas y practicar esa virtud tan arqueológica ya, llamada honestidad. No hace falta estar de acuerdo en todo, ni siquiera es necesario renunciar a una crítica contundente, a un ataque apasionado o a una defensa enérgica. Pero sin pasar esa línea roja que separa la sutil pero crucial diferencia entre tratar de convencer al otro o conformarse con persuadirle, entre respetar al de enfrente o ver si traga el engañabobos. Tampoco es tan difícil. Bastaría con defender la extensión de la edad laboral, por razones obvias de esperanza de vida, pero sólo después de que el Estado hiciera el primer esfuerzo ahorrador, no sea que con eso llegue: da la sensación de que ahorrarse los 50.000 millones de euros acumulados en la bacanal de chiringos públicos bastaría para no hacernos trabajar a todos hasta el borde del lumbago, especialmente si se le añaden otros 35.000 millones de euros extraviados por la improductividad de la Administración. Llegaría con alegrarse bastante, pero sin excesos, de que un español alcance algún puesto de relevancia internacional; y preguntarse después si hay derecho a que cada noble misión necesite de una nueva herramienta costosa para lanzarse: ya hay una ONU, y no parece funcionar muy bien. También sería suficiente con respetar la opinión de la Iglesia y orar mucho porque su palabra siga siendo asunto celestial y no intervenga demasiado en esa otra, tan terráquea, expresada en leyes, que tanto y tan bien nos diferencia de todas esas civilizaciones que integran la Biblia y la Constitución en un único libro de mado. Y con reclamarle al Gobierno que si cree en el derecho a decidir cómo se muere, deje de buscar enemigos creíbles y de ejercer de palmero de galenos controvertidos y ejerza las potestades parlamentarias oportunas. Entender que Vasile sólo busca el negocio; reclamar que Batasuna y Bildu tengan el mismo trato, sea cual sea éste pero si es de cuarentena mejor o reprobar a Chacón por jugar a los soldaditos aceptando sin embargo las responsabilidades de un Ejército profesional; ayudarían también bastante a digerir la vida sin que sepa tanto a sapo. Cuentan que en 1929, en una charla informal, el entonces presidente mejicano, consultó a su homólogo americano, Herbert Hoover,  su opinión sobre la terna de candidatos a sucederle: el inquilino de la Casa Blanca no conocía a ninguno, y respondió con un cortés “I don’t know”, de sonoridad similar a uno de los aspirantes. “Aáron no”, entendió al parecer el presidente Calles, y procedió. Pudo regalarle los hospitales de Cancún a Texas, pero optó por jubilarle. Espero que se entienda: somos tontos en varios idiomas, épocas y continentes, por si sirve de consuelo.
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