Patriotas

   España es un país grande con una clase política que, salvo excepciones, comparece empecinada en empequeñecer lo común, agigantando, en cambio, lo particular. Hay patriotas vascos -el término "abertzale" pasa por ser etiqueta de seria identidad patriótica-; catalanistas, -también honorable sinónimo de "patriota catalán"-; y, otro tanto, puede decirse de "galleguistas" y andalucistas. Lo que no se puede proclamar -sin riesgo de ser tildado de facha o aledaños-, es ser "patriota español".

   En este registro, la labor de zapa, la tarea de minado de identidad emprendida por las minorías nacionalistas periféricas en los últimos treinta años ha obtenido resultados asombrosos. Por temor a ser señalada como prolongación del franquismo, la derecha española democrática procura no apellidarse patriótica; otro tanto sucede con la izquierda española que ahora se hace llamar "estatal" y que no se sabe muy bien por qué tipo de complejo ha renunciado a referirse a la identidad común bajo un término -"patriota"- que más allá de la "boutade" del doctor Samuel Johnson, a lo largo de los siglos, han reclamado como propio no pocos españoles ilustres: desde Jovellanos  a Ortega, pasando por Riego y, por supuesto, los constituyentes de Cádiz.

   De izquierdas era Indalecio Prieto y también León Felipe y basta con leer su correspondencia de los días del exilio mexicano para comprender cuán dolida era la ausencia y cuán sentida ésta  hermosa palabra: "compatriota". Pericles, el hombre que lo fue todo para Atenas y la democracia llamaba compatriotas a sus conciudadanos. Si en el decir de Shelly, por mediterráneos, todos somos griegos, hora es de reivindicar lo que por ser común nos une a quienes siendo y sintiéndonos españoles respetamos a todos nuestros compatriotas. A quienes quieren seguir siéndolo y a quienes quieren dejar de serlo. Puestos a respetar, lo hacemos, incluso con  quienes le tienen comida la moral a los más débiles de nuestra débil clase política gobernante. ¡Feliz verano, compatriotas!