En este confidencial se decía ayer que Juan Vicente Herrera tenía un “gobierno de jefes de sección”. La verdad es que sí, que serán buena gente, que estarán sobradamente preparados, pero de políticos, poco. Sólo sobresalen algunos, como Tomás Villanueva, que siempre ejerció en político, como debe ser. Porque a los políticos se les puede acusar de ser buenos o malos, de acertar o equivocarse o de ser más o menos ambiciosos por el poder. Pero siempre son políticos, o sea, esas personas que tienen una capacidad especial para mirar más allá de lo meramente técnico. Por eso un profesor de filosofía puede ser un gran consejero de Fomento o un ingeniero de Sanidad. La visión y la voluntad política es la que manda, y los técnicos, los jefes de sección, son lo que tienen después que rellenar el contenido y hacer el trabajo de oficina. Los tecnócratas han existido siempre. En otra época llenaron muchas páginas y titulares archivados en el NODO.
La Junta y Castilla y León está ahora llena de políticos probeta, advenedizos que de pronto, por amistad, por suerte o porque no había otro u otra en ese momento, han alcanzado las más altas cimas del poder y se sienten deslumbrados por los focos. Igual por eso Castilla y León tiene que importar a gente como Arístegui o Camacho, por hablar de los últimos paracaidistas, para completar el paisaje. Por eso, también, nuestra clase política no está precisamente muy valorada. Pero es lo que hay.
