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¡Vamos a votar!

¡Vamos a votar!

Como no había ocurrido desde hace 20 años, por primera vez consideré no votar. Todos los anteriores procesos me entusiasmaron y me llevaron hasta el recinto electoral; sin embargo, en esta oportunidad sentí que mi participación no era importante. Y por lo tanto no se me apeteció marcar en la papeleta y consideré convertirme en un ciudadano que es parte del grupo de abstención pasiva. Las normas impuestas desde el Gobierno y el Parlamento hicieron que el desafiante cuanto novedoso proceso electoral se convierta en un fenómeno ausente de información, de debate y de incertidumbre. Uno de los derechos políticos del ciudadano boliviano es el acceso a la información, para que con ella exprese, en total libertad, su opción política. Y es en ese derecho que me he sentido violentado. No únicamente como periodista, sino como persona. Algo ya es un hecho: la noche del domingo 16 habrá nuevos magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Constitucional, el Tribunal Agroambiental, el Consejo de la Magistratura. Si eso es lo importante para el oficialismo, el asunto ya está resuelto. No me apetecía marcar en la papeleta'. Sí, no se me antojaba. Y así como también de pan vive el hombre, la democracia se nutre de los votos. El sufragio es una de las expresiones de la salud del sistema democrático, pero no el único. Eludir la responsabilidad de votar -más que obligación- habría sido afectar al estado de la democracia boliviana, que se encuentra en una crítica situación o de rebosante vitalidad, según el interlocutor. En medio de aquellas opiniones contradictorias, los bolivianos tenemos la obligación de reafirmar nuestra vocación democrática, nuestra convicción por el escenario de la paz y de la institucionalidad. Ésa ha sido nuestra apuesta siempre y ésa ha sido la fortaleza que ha permitido recuperar la democracia hace 29 años. En las últimas semanas, los comicios para elegir a magistrados de las cuatro instituciones del nuevo Órgano Judicial se han convertido en un plebiscito del Gobierno de Evo Morales. Nuevamente se repite el caudillismo contra la construcción institucional de un Estado, en este caso Plurinacional. En esta columna no voy a escribir sobre la capacidad o no, formación o no de los 115 candidatos habilitados, conozco a un par de ellos, pero eso no es importante. Lo trascendental es que los ciudadanos demos un ejemplo de acción política. Que el escenario del conflicto, que las tramas conspirativas, que el cálculo mediático, que el discurso agresivamente mutuo sean empequeñecidos por la participación ciudadana en la jornada del 16 de octubre. Han pasado 551 días desde la última vez que los bolivianos fueron a las urnas para expresar su voluntad política, para que voto a voto se dé a conocer el veredicto del soberano sobre el desempeño del sistema político. Aquel 10 de abril de 2010, hombres y mujeres eligieron alcaldes, gobernadores, concejales municipales y asambleístas departamentales. Fueron las primeras elecciones en un contexto de relativa calma social, si se considera la agitación política que vivió el país entre 2008 y 2009, cuando también los bolivianos participaron en referendos. El escenario actual es diferente. La ilógica política se ha impuesto y aquello que podía ser resuelto en el escenario de la negociación y del diálogo se ha convertido en un eje de conflicto de aún imprevisibles consecuencias. El próximo domingo, los ciudadanos están convocados para expresar su voluntad política. La tradición democrática señala que la mayoría de los bolivianos irá a las urnas. En ese contexto, el mayor desafío radica en el Tribunal Supremo Electoral, cuyas autoridades tienen ante sí el desafío de sacar adelante este proceso complejo y, ciertamente, debilitado. Con seguridad, los bolivianos aprobarán en el examen de participación, lo que cabe esperar que el árbitro vele por los resultados de la votación. Sólo así este proceso, cuya legitimidad ha estado en cuestión, no será más afectado. El desempeño del Tribunal Supremo Electoral en la jornada de la votación y escrutinio determinará también, cómo no, el futuro de la coyuntura política.   Grover Yapura es periodista.