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Miguel Angel Granados

Autotomía política

Autotomía política

viernes 08 de diciembre de 2006, 13:30h

En el seno de la ciencia biológica se conoce a la autotomía como la capacidad que tienen algunos seres vivos para desprender una parte de su cuerpo con el fin de utilizarla como señuelo frente a sus depredadores y evitar con ello convertirse en alimento de sus enemigos naturales.

Así, el animal logra su supervivencia a través de un trance doloroso que representa el sacrificio de una parte de su cuerpo; a cambio de esta inmolación, el animal obtiene algo sumamente preciado e invaluable: más vida.

Lo anterior no significa que deje de serle útil esa parte del cuerpo, sino que las circunstancias de peligro real le llevan a recurrir a la autotomía, amén de que no se trata de una pérdida definitiva, ya que cuentan con la capacidad de regenerar esa parte del cuerpo que cumplió una función meta-somática. El sacrificio es para salvarse, no se trata de un acto en el que quepan alternativas, simplemente es una reacción instintiva.

En la política mexicana, sucede exactamente lo mismo con algunos miembros de la élite política, cuya presencia se convierte en un peligro para la preservación del grupo; ante esta situación, es preferible deshacerse de ese elemento y que sirva de escarnio y empacho para los apetitos opositores o para los sectores de la sociedad que se ha manifestado y hecho valer una inconformidad.

Ejemplos de esta actitud los podemos encontrar en diferentes momentos históricos y en todos los niveles de la política nacional. Desde los casos vergonzosos de la Revolución Mexicana, pasando por las víctimas del salinismo (léase Aguirre en Guanajuato y Fausto Zapata en San Luis Potosí), hasta los casos que hoy se asoman sin pudor en Oaxaca y en el perredismo.

Ulises Ruiz es un gobernador que accedió al cargo a través del voto popular, fraccionado y con escaso margen, pero finalmente basado en una mayoría propia de las democracias instrumentales, construidas sobre la base de una relatividad que empieza a cuestionarse.

No obstante, existe un fuerte reclamo por parte de un sector social y es algo que no se puede soslayar y debe atenderse, pero que tampoco se puede considerar como determinante para la toma de decisiones, porque no siempre las voces que se escuchan son portadoras de la verdad, ni las bocas cerradas se sienten cómplices de las agresiones al orden social, el cual representa la única forma de posibilitar una convivencia colectiva.

El problema es que el conflicto ha crecido desmedidamente y ahora se convierte en una opción recurrir a la autotomía política, que paradójicamente no sólo se le ve como un recurso del partido político del todavía gobernador de Oaxaca, sino que sus alcances se están identificando con todo el sistema político, en el que se ha malentendido desde hace algunos años la tolerancia (la toma del Senado en 1998, el CGH en la UNAM 1999-2000, Atenco, los plantones en Reforma, las marchas en el Distrito Federal).

Este no es un tema de simpatías, pero sí de conveniencias. El sistema político debe ponderar si la amputación no se revertirá y generará en estos grupos de interés la sensación de que en cualquier momento podrán quitar gobernadores a su antojo y que bastará con convertir en campo de guerra la capital de un estado, contando con la complicidad de esa tolerancia malentendida.

Doctor en Derecho

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