OPINIÓN/Víctor Gijón
jueves 09 de agosto de 2007, 11:25h
Piel de bebé. Tal parece ser el nivel de capacidad de encaje de las críticas por parte del PP en el Ayuntamiento de Santander. Ayer, sin ir más lejos, la actitud defensiva de quien no hace todavía dos meses obtuvo una holgada mayoría absoluta se cebó en la principal organización de defensa de los consumidores de Cantabria y de España: la Unión de Consumidores (UCC).
Motivo: denunciar la existencia de una de las cientos de barreras arquitectónicas existentes en Santander. El portavoz municipal del equipo de Gobierno del PP, Eduardo Arasti, llegó al extremo de acusar a la UCC de ser un instrumento opositor en manos del PSOE.
Desde el inicio de la actual legislatura el PP ha centrado sus criticas en los socialistas y más concretamente en su portavoz en el Ayuntamiento de Santander, Jesús Cabezón. Sus propuestas, ciertamente numerosas y pegadas al terreno y a la actualidad, parecen molestar sobre manera a un equipo de Gobierno que se las prometía muy felices con un PSOE capitidisminuido electoralmente.
Todas las iniciativas y críticas del Grupo Municipal Socialista, hechas, además, con el respeto y la moderación que caracterizan a su portavoz municipal, han recibido respuestas desabridas y descalificatorias, incluso con referencias de tipo personal de muy de escaso estilo y reveladoras de la debilidad de los argumentos defensivos. Me referiré sólo a dos ejemplos para no aburrirles.
La constatación socialista, que no crítica, del parón de las obras en La Vaguada de las Llamas fue descalificada primero y explicada quince días después con un endeble argumento: las obras que ahora se están realizado no necesitan tanto personal. Pero los ciudadanos que visitan el parque pueden constatar que hay mucho tajo todavía, aunque lo que no hay son elecciones a la vista. ¿Volverán los obreros en masa cuando se acerquen las legislativas de marzo?
Y en segundo lugar está la propuesta realizada por Cabezón para trasladar al centro de la ciudad, concretamente a los antiguos terrenos ocupados por Campsa, en la zona portuaria, de las ferias de Santander, hoy relegadas a la clandestinidad por el Ayuntamiento. Una propuesta que de inmediato contó con el apoyo de feriantes y numerosos ciudadanos, perjudicados todos por el exilio del recinto ferial decidido por el anterior alcalde, Gonzalo Piñeiro, hace algunos años.
La balbuceante respuesta negativa del PP municipal se centró en una hipotética reclamación de quien cedió el terreno, la empresa petrolera, por incumplimiento de las condiciones de uso. Y lo dice un partido que, a principios de los noventa, apoyó la operación especulativa que a punto estuvo de convertir el citado solar, que ahora quiere proteger, en el mayor pelotazo de la historia inmobiliaria de Cantabria, con la venta a un grupo amigo para la construcción de miles de viviendas.
Si (
No(
