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ETA vuelve a intentar una masacre

martes 28 de agosto de 2007, 13:36h
  Finalmente, los ochenta o cien kilos de explosivos que llevaba la camioneta que la banda terrorista había secuestrado, estallaron en un olivar de Castellón. Por quinta vez, según ha relatado el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, la banda ha visto frustrado uno de sus planes y proyectos de causar daños, acaso irreparables, desde que declaró sin efecto su anterior tregua. La banda persigue, como en la Terminal de Barajas, causar el mayor daño posible y demostrar que sigue siendo una fuerza temible y que es preciso tenerla en cuenta para cualquier proyecto político del Estado. O sea, trata de forzar que se reabran las llamadas conversaciones de paz para conseguir beneficios políticos como, tal vez, recompensa a un eventual compromiso de paz permanente y hasta de disolución de la banda. Pero, a estas alturas de la historia de ETA, y tras las sucesivas "treguas trampa" ofertadas por la banda a los sucesivos gobiernos españoles, ya no será fácil que ninguno más acepte las, en principio, "generosas propuestas" que pudieran hacer los dirigentes etarras de turno, en el último caso Josu Ternera y sus colaboradores de Batasuna, empeñados en los mismos propósitos independentistas y autodeterministas.

   Es evidente que sólo caben las otras vías, excluida por completo la de un posible entendimiento y acuerdo: sólo caben las vías policías, judiciales, de colaboración internacional. Y en este trabajo de permanente alerta contra la banda y sus propósitos, de nuevo se comprueba la validez importantísima que llegan a tener las colaboraciones de ciudadanos que observan "cosas raras",  y los notifican a las fuerzas del orden para que comprueben las sospechas que puede originar una conducta inhabitual y sorprendente. En este caso, el comando itinerante de la banda integrado por ciento miembros, que pudieron haber participado en el atentado contra la T-4, decidieron hacer estallar el vehículo tras advertir que podían estar siendo investigados por la Guardia Civil. Pero nada pudiera haberse evitado de no haber sido por la llamada de un vecino que frustró una operación iniciada con el secuestro de una familia guipuzcoana -una pareja y su hijo de cuatro años- propietaria del vehículo empleado en esta frustrada "caravana de la muerte".

   Nuevamente es preciso felicitarse por la buena fortuna de un nuevo atentado frustrado. Parece evidente que la banda insistirá una y otra vez en sus propósitos criminales, y será conveniente que las fuerzas de la seguridad del Estado y cualquier ciudadano estén alertados. Se llama la atención sobre la obsesión que ETA viene mostrando por producir un gran atentado en el Levante español, y en particular, el Puerto de Valencia, sede del desarrollo de la Copa América. La fortuna, la habilidad y el buen hacer de las fuerzas de seguridad se han unido hasta ahora y han evitado que fructificasen esos designios criminales de los comandos de Txeroki y Ternera. La suerte, una vez más, ayuda a quienes vigilan.

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