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La preocupante Diada de este año

La preocupante Diada de este año

domingo 09 de septiembre de 2007, 14:53h
Por varias razones, tengo apuntada con tinta roja la fecha del 11 de septiembre en mi calendario. Claro que no quiero, ni podría, incluir la celebración de la Diada de Catalunya en la lista de otras efemérides negativas, en la nómina de sucesos luctuosos; no lo es, porque se trata, o acaso debería tratarse, de una jornada festiva. Crecientemente reivindicativa también y a veces con ribetes de una escasa racionalidad. Confieso que, por ese lado, no deja de preocuparme este aniversario, que cada cual, ya se ve, interpreta a su manera, incluso desde el punto de vista de la Historia. Me parece que Cataluña sigue teniendo un problema de encaje en la realidad de lo que algunos llaman el Estado español y otros España. Para mí, viene a ser lo mismo. Pero cada Diada viene a recordarnos que algo hemos hecho mal para que la presencia estatal, la bandera, el orgullo de ser español, la propia lengua española, disminuyan en las cuatro provincias catalanas. Me parece absurdo, a estas alturas, tratar de desconocerlo, practicando la política del avestruz.

   Pienso que las ambiciones de algunos personajes, que se encumbraron a  la presidencia de la Generalitat forzando pactos con muy extraños compañeros de cama, porque no habían alcanzado los votos necesarios para gobernar en solitario, tienen no poca culpa de lo que está ocurriendo en los últimos años. No me escandaliza que Esquerra Republicana de Catalunya reivindique la independencia, porque es casi su obligación como partido independentistas que es; lo que me parece realmente pasmoso es que siga formando parte de un Govern tripartito encabezado por un socialista que fue ministro del Gobierno del PSOE de Españá; ya salió mal el primer experimento con este mismo tripartito y estos mismos personajes, excepción hecha de Pasqual Maragall, hoy sumido en sus propias sombras. Temo que, si segundas partes nunca fueron buenas, en esta ocasión puede resultar aún peor; de momento, ahí tenemos al líder de ERC y principal conseller en el Govern, Josep Lluis Carod-Rovira, reivindicando, desde su despacho oficial, un referéndum para la independencia no más allá del año 2014, que está a la vuelta de la esquina, como quien dice. Y Montilla, como quien oye llover. Y Zapatero, silencio, aunque ahora esté promoviendo, con un ojo en las elecciones de marzo, el concepto 'España' y el logo 'Gobierno de España'.

   Lo que ocurre es que esta deriva no se limita solamente al partido más extremista: el nacionalismo moderado, al que se ha maltratado a base de incumplir pactos que se suscribieron verbalmente en La Moncloa, amenaza con echarse al monte, y ya anda reclamando una alianza de quienes se sienten nacionalistas, aunque militen en el PSC -claro, es una mano tendida al descontento Maragall-, y piden la insumisión fiscal, para ir abriendo boca. De lo de las banderas ausentes, mejor ni hablamos.

   Reconozco que Zapatero estuvo a punto de lograr una solución, al menos temporal, para  evitar esta escalada levantisca. Pero esa solución hubiese pasado por un Gobierno catalán de Convergencia y PSC presidido por el nacionalista Artur Mas, y no por el socialista Montilla, que, al final, forzó, con un golpe de mano que en algunos ámbitos llaman 'el montillazo', un desenlace para las elecciones del pasado 1 de noviembre exactamente igual que el de las elecciones del 16 de noviembre de 2003: el primero más votado, CiU, se quedaba en la oposición, junto al Partido Popular, porque los otros tres partidos  llegaban a un acuerdo para gobernar juntos. El poder por el poder, mucho más allá de la coherencia. Lo peor es que solamente el PP, que se envuelve en la bandera española, pide un retorno a los esquemas tradicionales de Patria unida, cuando los errores cometidos por los 'populares' en Cataluña hacen que aparezcan como una suerte de apestados en esta Comunidad.

   Y este es, en fin, el panorama visible antes de la batalla que será, una vez más, la Diada, la primera que se celebra tras las elecciones autonómicas del 1 de noviembre. ¿Hemos fracasado a la hora de integrar a una mayoría de catalanes en el Estado, con todas las peculiaridades y el trato económico favorable que se quiera? Pienso que aún estamos a tiempo de proponer y abordar soluciones generosas, de amplias miras, que pasan por un gran consenso nacional y, posiblemente, también por una reforma de la Constitución en la que, diga lo que vaya a decir el Tribunal Constitucional, difícilmente cabe ya el Estatut aprobado por las Cortes generales y por los catalanes en un desasistido referéndum en junio del año pasado. Pero esas, claro, son iniciativas importantes que Zapatero ya no puede siquiera sugerir en esta Legislatura y que Rajoy, que este lunes va a ser designado oficialmente candidato a La Moncloa, tampoco me parece que esté en situación de abordar.

   Así que, señores, pasen y vean: aquí está otra Diada. Que a mí me gustaría que fuese aquella jornada festiva, de recuperación de libertades, que fue y que ya no estoy seguro de que lo sea. Una lástima.

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