Casi 250 toxicómanas han recibido asistencia en el centro 'Los Almendros'

"El embarazo supone un aldabonazo para su conciencia, y les hace ver, dentro del desastre de la adicción a las drogas, que hay algo más aparte de ellas y de su propio cuerpo. Eso tenemos que aprovecharlo desde las administraciones, también con el apoyo de las organizaciones y las ONG, para ayudarlas a salir de la droga", explica Manuel Molina, gerente de la Agencia Antidroga. El centro residencial 'Los Almendros', situado en el distrito de Hortaleza, ha atendido a 244 toxicómanas desde su fundación, muchas de las cuales ingresan embarazadas o con hijos menores de un año.

En estos casos, el servicio de guardería les permite compatibilizar la terapia con el cuidado de sus hijos. La estancia media en régimen residencial es de 200 días, aunque se puede prolongar hasta un año. Durante este tiempo, realizan talleres de reinserción laboral, tales como jardinería, peluquería, bordado en oro e informática básica, así como elevación cultural.

Cuando salen, lo hacen con un puesto de trabajo. Y, mientras tanto, sus bebés, que ingresan con una edad máxima de tres meses (el servicio de nido-guardería está adaptado para niños de hasta un año), se encuentran atendidos por un educador infantil. El centro se encuentra equipado para vacunar y prestar, en caso necesario, asistencia a los bebés que nacen con síndrome de abstinencia.

Durante el proceso de reinserción, las ex residentes acuden regularmente al centro para someterse a pruebas y recibir terapia: 'Los Almendros' funciona también como centro de día y atiende en este régimen a pacientes de ambos sexos. En conjunto, dispone de 25 plazas para mujeres en régimen residencial, 10 para niños entre cero y un año y otras 20 para atención de día.

El centro cuenta con psicólogos, educadores, médicos y el resto del personal sociosanitario, que se encargan de preparar a los pacientes, 436 desde su fundación, para su regreso a la vida cotidiana, ya sin la adicción a las drogas. El porcentaje de éxito es del 70 por ciento, señaló Molina. "Una recaída no tiene por qué significar un fracaso. La actividad frente a la drogadicción tiene que estar llena de paciencia, porque no podemos pretender reconstruir en dos meses la vida de personas que llevan quince, veinte o veinticinco años destruyéndose con las drogas", aseguró.