Ochenta días huérfanos

Ochenta días justos van desde la disolución del Parlamento, firmada por el presidente Pepe Griñán el día 30 de enero, hasta la constitución de la nueva Cámara andaluza, que tendrá lugar el próximo 19 de abril. Ochenta días, el mismo tiempo que tardó Phileas Fogg en darle la vuelta al mundo, según Julio Verne. Los andaluces vamos a estar ochenta días huérfanos de diputados en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas, de padres de la patria, de políticos electos, y la pregunta es: ¿Alguien los echará de menos?¿alguien se traumatizará porque durante más de dos meses no tenga ningún representante político que defienda sus intereses? Vamos, anda. En estos ochenta días podremos comprobar taxativamente lo poco que le interesa el Parlamento a los ciudadanos y, lo que es peor, para lo poco que sirven los ciento nueve representantes a los que elegiremos el próximo 25 de marzo. Eso sí, ahora nos quedan ochenta días de coco y huevo, de aguantar precampaña, campaña, dimes y diretes, actos y contraactos que comienzan el próximo fin de semana con el XXXVIII Congreso Federal del PSOE.

Si no fuera porque los andaluces estamos hasta el gorro de aguantar a estos señores que llevan casi medio siglo mandando y cometiendo desmanes sin pudor alguno, el 25 de marzo iba a ir a votar el lucero del alba. Pero claro, el día 25 de marzo, tenemos la oportunidad de acabar, por fin, con un régimen que se ha convertido en el hazmerreir del resto de España, en la vergüenza de siete millones de ciudadanos que se ven reflejados en un Gobierno que hace de su capa un sayo y dispone a su antojo de los dineros públicos para repartirlo entre sus amiguetes, con un entramado de personajes corruptos que invierten el dinero destinado a los parados en cocaína y gin-tonics. Si aquí quedara algo de vergüenza habría dimitido desde el presidente de la Junta al último enchufado de la Consejería de Empleo, pero está visto que la única forma de que estos señores abandonen sus cargos casi vitalicios es que las urnas les envíen a una oposición más que merecida.

Ya han visto como el "guerrero del antifaz", Francisco Javier, ha cantado la traviata ante la Guardia Civil. Y ha venido a decir que, al día siguiente de destaparse el escándalo de Mercasevilla, cuna y fuente de todo el entramado de los EREs fraudulentos, la Junta dio órdenes precisas de que se destruyeran todos los documentos comprometedores. Incluso ha implicado a sus dos consejeros, José Antonio Viera y Antonio Fernández, así como al todopoderoso ex consejero de Presidencia, Gaspar Zarrías, como conocedores de todo lo que cocía en este turbio asunto. Hombre, visto lo visto, a nadie le puede extrañar al comprobarse que gran parte de los beneficiados por los EREs falsos que nunca había trabajado en las empresas afectadas, eran militantes socialistas de la provincia de Jaén. Y ya se sabe que en Jaén no pasa nada que no conozca Zarrías.

Así las cosas, habrá que estar atento a los próximos autos de la jueza Marcedes Alaya porque me da a mí que la magistrada va a seguir adelante con las imputaciones hasta la cima de esa "pirámide de la corrupción" que ella misma tildaba, estemos o no en precampaña electoral. Si eso ocurriese más le valdría a Pepe Griñán mantenerse al margen de cualquier apoyo a la Secretaría General del PSOE porque puede que Rubalcaba o Chacón le pidan expresamente que con amigos así para qué quieren enemigos.