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Cinco años de Guantánamo

Cinco años de Guantánamo

jueves 11 de enero de 2007, 19:18h

Quizá uno de los mayores logros del sistema de valores occidental sea su capacidad para ‘invisibilizar’ aquello que hace que nos sintamos incómodos, aquello que repeleríamos instintivamente con una mueca de espanto.

Sin embargo, tal y como advierte Virgilio en la Eneida, fácil es el descenso a los infiernos. Refugiándose en el alejamiento geográfico como para negarse a sí mismo la perversión de sus propios actos, Estados Unidos echó mano tras los atroces atentados del 11 de septiembre de 2001 de su base naval en la bahía de Guantánamo, Cuba, territorio que el presidente americano William McKinley arrebató a la España de 1898 y que posteriormente, en 1903, fue ofrecido por Tomás Estrada Palma a Estados Unidos, su benefactor y apoyo principal para convertirse en el primer presidente de la historia de Cuba. Allí, en la impunidad extraterritorial, la Administración Bush ha instalado desde enero de año 2002 una prisión militar de extrema seguridad, donde confinar a los combatientes que iba apresando en Afganistán en el curso de la operación Libertad Duradera.

Amnistía Internacional denuncia que actualmente se agolpan en la prisión de la base de la bahía Guantánamo más de 400 personas, de las cuales únicamente diez han sido juzgadas o llevadas ante un tribunal, como de hecho exige la institución del ‘habeas corpus’, reconocida por la propia Constitución americana de 1787. Los presos de Guantánamo se encuentran en un limbo legal intolerable. Se les ha asignado la calificación de ‘combatientes extranjeros’, pero no se ha equiparado su estatus al de soldados regulares de una Estado, en cuyo caso resultaría aplicable la Convención de Ginebra de 1929 –revisada en 1949–, relativa a las condiciones de los prisioneros de guerra. Con ello el gobierno estadounidense tiene, legalmente, las manos libres para imponer medidas que de otro modo no podría llevar a la práctica. El aislamiento sensorial es únicamente la más visible de las atrocidades que se cometen en secreto en Guantánamo, pero la gravedad reside en que mediante la maniobra taxonómica, mediante la calificación de los talibanes detenidos en Afganistán como meros ‘combatientes extranjeros’ y no como soldados de un Estado contendiente, Estados Unidos puede, al amparo de las normas, o precisamente por hábil elusión de las mismas, hacer lo que le plazca con los más de 400 detenidos de Guantánamo.

El calibre de las atrocidades practicadas en Guantánamo por el ejército norteamericano, del que ya dio muestras en la prisión iraquí de Abu-Ghraib, lo pone al descubierto el hecho de que ya sean tres los prisioneros que han preferido el suicidio a continuar con su existencia en las condiciones en las que esta se desarrollaba. El testimonio de Murat Kurnaz, ex-Guantánamo liberado en agosto de 2006 habla de constantes vejaciones, torturas y humillaciones, muy especialmente relacionadas con el Islam, algo extremadamente doloroso para los musulmanes. Por todo ello, es necesario que Estados Unidos proceda al cierre de la prisión de Guantánamo y a la clarificación de la situación legal de los presos que allí se encuentran, cuestiones solicitadas a lo largo del año pasado por la propia ONU y la Unión Europea. No se trata de que los presos sean liberados, sino, en primer lugar, de que tengan un juicio justo como soldados de un Estado contendiente, y en segundo lugar, de  levantar la alfombra bajo la cual Estados Unidos ha estado acumulando, para ocultarlas a la vista y a la conciencia, sus vergüenzas morales durante cinco años. Feliz aniversario.

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