¿Qué hacer para salir de la crisis?

Es la pregunta del millón y la respuesta del billón. La crisis se traduce en recesión en el sector inmobiliario y en concreto en el de la vivienda, si bien sus efectos ya se están dejando notar en otros segmentos como el comercial o el industrial; se traduce en estancamiento financiero como consecuencia de la falta de liquidez en el sistema bancario y en las sucesivas medidas restrictivas en torno a la concesión de créditos, ya sea a empresas o particulares; y se traduce en una caída brutal del mercado por la falta de viviendas idóneas a las exigencias de los posibles compradores, por las dificultades hipotecarias, y por la cantidad de mensajes negativos que día a día llevan a los españoles que necesitan una vivienda, que son muchos y no han desaparecido como por encanto, al convencimiento de que dentro de unos meses todo será más barato y que toda prudencia es poca a la hora de endeudarse en estos momentos.

Con el sector partido en pedazos y sin una política común que trasladar al Gobierno y a los ciudadanos, el euribor en zona alcista, el banco europeo negándose a imitar a la Reserva Federal norteamericana, y el temor a que el país entre en recesión efectiva o al menos en un crecimiento por debajo del 2 por ciento ( lo que conllevaría un aumento inmediato y geométrico del paro, y un descenso proporcional del consumo ) las medidas que se deben tomar para afrontar la salida de la crisis podrán no estar muy claras, podrán ser objeto de dudas y de polémica, pero lo cierto es que son urgentes. Cabe esperar que en el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno, que se celebrará previsiblemente al final de la semana del lunes, siete de abril, desde la vicepresidencia económica se lance y ponga en marcha un “Plan de choque” que entre de lleno en cambios legales en la actual Ley del Suelo y en las relaciones entre la Administración central, las autonomías y los Ayuntamientos; en dotar de liquidez a bancos y cajas de ahorro, en medidas fiscales hacia empresas y consumidores; y en trasladar a la ciudadanía algo que es más intangible pero aún más importante: la confianza, la sensación de que desde los poderes públicos se están dando los pasos necesarios para no vivir durante mucho tiempo las graves incertidumbres y la dureza de las dos crisis anteriores. 

Si en términos políticos se necesita que España esté unida frente a las tormentas financieras internacionales y a la alta competitividad de los grandes bloques de intereses, por un lado, y a los ajustes entre territorios y normativas legales, por otro; en términos económicos la necesidad es aún mayor. Se saldrá más rápido y mejor de las dificultades en la medida que se aborden los problemas en conjunto, sin partidismos, ni provincianismos, ni estériles, improductivas, erráticas e inoperantes luchas territoriales y egoístas. La talla de nuestros gobernantes se comprobará ahora, al igual que se comprobará hasta qué punto nuestros financieros y empresarios están a la altura del reto al que nos enfrentamos todos.