La crueldad de la política

La política es cruel. En política, para sobrevivir, sólo hay dos recetas: en la base la adulación; en la cumbre, la crueldad, el instinto depredador. Los políticos son crueles con sus enemigos y también con los afines.

   En la despedida forzada de Eduardo Zaplana se ha visto reflejado con creces ése mal que hace de la política un mundo aparte. Quienes hasta hace unos meses rendían pleitesía al otrora poderoso portavoz parlamentario del PP hoy se han convertido en un bosque de espaldas. El propio Mariano Rajoy, un perdedor en busca de cabezas de turco para justificar sus limitaciones, se apoyó durante cuatro años en la  zarpa dialéctica de Zaplana para plantear una legislatura a cara de perro con el Gobierno Zapatero. Los Zaplana, Acebes, Arias Cañete y Pujalte eran "el equipo de Rajoy". Él ,Rajoy, era el jefe de la "estrategia de la crispación".

   Tras perder las elecciones por segunda vez  --en un ejercicio de gran cinismo-- ha hecho como que no les conocía. Más aún: ha  intentando proyectar la idea de que los caídos eran quienes le habían obligado a "derechizar" la política del PP. Es,  ya digo, un planteamiento cínico porque basta con ver cómo ha planteado la estrategia para sobrevivir a sus derrotas para comprender que el ciudadano Rajoy no necesita estímulos ajenos para actuar de manera autoritaria.

   Por decirlo en corto: Rajoy no es más centrista que Zaplana. Puede que Rajoy gane el congreso del junio, pero es seguro que sus afines han tomado nota de cómo trata a quienes estorban  sus planes y le pasaran factura antes de las próximas elecciones generales. También será cuestión de supervivencia.