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Sentido común

Sentido común

miércoles 30 de abril de 2008, 13:21h
La integración de los inmigrantes, esos que tanta riqueza han contribuido a crear en este país el último lustro, necesita sentido común. La frase, que tanto le gusta a Mariano Rajoy, se carga de argumentos cuando se aleja de criterios discriminatorios y busca, de verdad, el bien común.

   Por ejemplo; la decisión de Cataluña de poner topes a la concentración de inmigrantes en los centros educativos por zonas geográficas, es de sentido común. Pretende acabar con el fracaso escolar, no convertir a determinados centros, en particular a los públicos, en guetos y evitar que en algunos colegios el ochenta por ciento de sus alumnos sean extranjeros. Porque con ese porcentaje la integración será siempre una falacia, la posibilidad de ayudar a los rezagados una quimera y la esperanza de que toda la clase no se quede atrás un imposible.

   Por eso el pragmatismo catalán se ha puesto manos a la obra y va a regular, con un anteproyecto, esta realidad escolar que consiste en que los centros públicos soporten todo el peso de la escolarización de los niños extranjeros, mientras los concertados tienen un cupo. La Generalitat estudia incrementar las ayudas públicas a los centros concertados que admitan a más alumnos hijos de inmigrantes en sus aulas, para así poder hacer una distribución más equitativa del alumnado. Sobre todo, para que no hagan trampas y repartan sus matrículas antes de acabar el plazo sin que, ¡oh casualidad! quede un pupitre vacío para un hijo de inmigrantes.

   Sin embargo, y al margen del color y la ideología del Gobierno, no parece de sentido común la propuesta de la Generalitat valenciana de pretender imponer a los inmigrantes un contrato de integración. En la medida que no tiene valor coercitivo alguno, porque las competencias de decretos de expulsión, recorte de derechos etc. solo son del Estado, la letra de ese contrato es papel mojado o mala poesía. Una poesía, a la que todavía falta hacer las rimas, y queda por ver en que consiste eso de nuestro modelo de convivencia o nuestra escala de valores; y que decir de las costumbres españolas que van desde el levantamiento de piedras del País Vasco, a los Carnavales de Cádiz. ¿Con cual se deben quedar los inmigrantes? ¿Deben elegir entre la paella o el gazpacho?

   La confusión en La Generalitat valenciana es muy grande ya que ni el propio consejero de Inmigración y Ciudadanía pudo precisar cuales eran las costumbres y tradiciones que quedarían reflejadas en el contrato-compromiso. Así no se integra a nadie, solo se crea rechazo e incluso se fomenta la xenofobia que anda siempre agazapada bajo el manto de la corrección política.
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