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El Congreso triunfal

miércoles 02 de julio de 2008, 12:00h

Nunca desde 1976, año en que se celebró el 27 Congreso del PSOE, primero en España desde la Guerra Civil, el partido ha estado más cohesionado y el aparato ha tenido menos oposición interna. Tampoco ningún Secretario General ha tenido las manos tan libres para formar una ejecutiva como las tiene José Luis Rodríguez Zapatero.
 
Por hacer una comparación: en el 30 Congreso, en diciembre de 1983, un año después de la primera victoria socialista y gobernando con mayoría absoluta, Felipe González no tenía tanta libertad para formar ejecutiva como la tiene Zapatero. Felipe, aunque hubiera querido, no hubiera podido hacer una ejecutiva sin tener en cuenta zonas geográficas o federaciones, sensibilidades políticas y compañeros que se sentían maltratados o desplazados porque no habían entrado en el Gobierno. Amén de aquella UGT de Nicolás Redondo que ya empezaba a rumiar su descontento y a mostrar su cabreo con el partido, especialmente con Felipe.
 
José Luis no tiene más legitimidad de la que tenía Felipe, pero ahora las circunstancias son otras y él sí puede decidir de manera omnímoda.
 
Va a tener lugar el 37 Congreso, treinta y dos años después de aquel maravilloso congreso de 1976, que se celebró en una situación no de clandestinidad pero sí de ilegalidad consentida. Que se celebró en el Hotel Meliá porque aún entonces no nos dejaban las instalaciones oficiales.
 
Sin duda el 27 congreso fue el más emotivo y en él se humedecieron muchos ojos, se cantó con fervor la Internacional y muchos aún gritaban aquello de ‘España mañana será republicana’.
 
El siguiente congreso, el 28,  fue el más traumático. Tuvo lugar  la renuncia de Felipe al negarse a aceptar aquella ponencia política dogmática en que se declaraba al partido marxista. Y también el bochornoso espectáculo de los compañeros “marxistas” que, cuando llegó el momento de la verdad, no tuvieron la gallardía de asumir la dirección del partido. Algunos de aquellos compañeros hicieron piruetas inconcebibles y meses después ya solo hablaban de Marx cuando citaban a Groucho. Alguno de ellos incluso llegó a ser ministro.

En efecto, meses después tuvo lugar el Congreso extraordinario (que no recuerdo si corrió turno o fue el 29) y en él se eliminó la referencia al marxismo. Fue sin duda el Bad Godesberg español. Se acabó con el entrismo trostkista y, como bien dijo un inolvidable compañero veterano en otra ocasión, ya no intentaban cambiarnos las venerables barbas de Marx por ridículas perillas.  Por fin, a  los socialdemócratas  ya no se nos perdonaba la vida, ya no había cretinos que en las asambleas nos llamaran socialtraidores.
 
Fue el momento en el que el Partido tomó conciencia de que pronto o tarde iba a gobernar.
 
Fue más pronto que tarde, pues en 1982, en octubre, se ganaron por mayoría absoluta las elecciones y se formó gobierno.
 
Como decía, Felipe, pese a tener mayoría absoluta y tanta legitimidad democrática o más que José Luis, no  tuvo las manos tan libres como las tiene el actual Secretario General. Lo mismo podría decirse del actual gobierno, que sin duda Zapatero ha decidido de una manera absolutamente personal, tal vez apoyándose en consejos u opiniones de amigos o colaboradores, pero no en grupos o personas que representen cuotas de poder de cualquier tipo en el partido.
 
El Congreso, pues, promete ser tranquilo en cuanto a los nombramientos se refiere. Parece ser que hay muchas enmiendas a las diferentes ponencias. Estaría bien que en determinados temas en que, tal vez por lo que se llaman razones de Estado, el gobierno no avanza con más decisión, el partido le pidiera que lo hiciera. Ojalá sea un Congreso en que el republicanismo cívico de Zapatero se vea impulsado a posturas más radicales por el propio partido en temas como divorcio, aborto, laicidad, educación, eutanasia, etc.
 
Y tampoco estaría mal que alguno de los muchos ministros que no tienen carnet del PSOE pidiera el ingreso en el Partido.
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