Un cateto anticatalán

Es una pena que algunos catalanes sean tan anticatalanes, pero hay quienes se empeñan en protagonizar comportamientos que van en contra de la tradición secular de un pueblo que siempre se ha caracterizado por las buenas formas, la educación, el sentido común y la amabilidad.

Existe el refrán popular que afirma que “en todas partes cuecen habas”, pero en el entorno de ese militante de ERC dado a montar numeritos en bañador y con el carné de identidad “español” en la boca o encadenándose a una emisora en Madrid, esas habas cuecen con demasiada frecuencia.

El problema del innombrable ex diputado -¿para qué hacerle publicidad?-  es que ha pasado de la chorrada al insulto y en el tránsito entre payaso y macarra ha devenido en un mal embajador de la causa que pretende defender.

Durante muchos años, Cataluña ha sido una referencia a imitar por el resto de los españoles, porque allí se practicaba un estilo de hacer las cosas bien que  nos gustaba a los de más abajo.

¿Qué ha pasado entonces?

Algo tan sencillo como que una parte de la clase política catalana se ha empeñado en hacer anticatalanismo y en convertir en algo antipático lo que debería ser sencillamente una forma distinta de entender la realidad.
Como se dice por allí, algunos “deberían hacérselo ver”, y no solo los de Ezquerra, porque están mal representando a quienes les votaron o a quienes aburridos se abstienen (recuerden el índice de participación en el referendum del Estatuto) y trasladando una imagen que no se corresponde con la realidad de una sociedad que se merece a mejores políticos.